La primera señal que confirmaba el éxito de la misión Apollo 11, el hito científico que supuso "un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad" y del que ahora conmemoramos su 50 aniversario, se captó en España antes que en cualquier otro lugar del mundo. Los ingenieros y técnicos de las estaciones madrileñas de Robledo de Chavela y Fresnedillas, la canaria de Maspalomas y la abulense de Cebreros recibieron en primicia el mensaje de Armstrong, Aldrin y Collins ya posados sobre la superficie lunar. Aquella calurosa madrugada, los receptores españoles mantuvieron la exclusiva extraterrestre durante casi un segundo, tras el cual las voces de los astronautas alcanzaron los demás centros de control, incluida la sede central de Houston. Ese breve instante de tiempo, por ínfimo que pueda parecer, ha permanecido atesorado hasta ahora en los recuerdos de los españoles que participaron de aquel éxito espacial.

"El éxito de la misión solo fue posible gracias al trabajo de 400.000 personas y una amplia red de seguimiento que se extendía por todo el planeta. En España estaba todo preparado para garantizar que en ningún momento se perdiera la señal entre los astronautas y la Tierra", explica Carlos González Pintado, antiguo jefe de operaciones de la NASA y subdirector del complejo de comunicaciones espaciales de la estación de Robledo de Chavela, quien desde España contribuyó en primera persona a la hazaña lunar. "Todos y cada uno de los que trabajamos en este proyecto sentíamos una gran responsabilidad. La vida de tres hombres dependía de que nuestro trabajo fuera impecable. Por eso mismo nos veíamos como algo más que un equipo; éramos una familia. Y parte de esa familia eran los astronautas", añade González, cuyas vivencias en esta histórica misión se narran en el libro 'El gran salto al abismo', de Jesús Sáez Carreras.

Y es que en su ambiciosa misión de conquistar la Luna, la agencia espacial norteamericana había planeado la construcción de una amplia red de infraestructuras científicas que sirvieran de soporte a las misiones interplanetarias. Empezando por la sede central de Houston (Tejas) y siguiendo con el despliegue de antenas de más de 20 metros de diámetro en Goldstone (California), Camberra (Australia) y, por estas latitudes del globo, España. "Mientras los astronautas despegaban hacia la Luna, en la Tierra se quedaban los cerebros de las misiones y los técnicos que trabajábamos para que todo saliera según lo planeado. El nuestro era un trabajo de cálculos y botones que podía cambiar completamente de una misión a otra. Por eso mismo siempre se respiraba cierta tensión y una disciplina casi militar", recuerda Alberto Martos, ingeniero técnico de telecomunicación que se incorporó a la estación de Fresnedillas unos meses después del primer alunizaje y que trabajó en el centro durante el resto del programa Apollo.

LA CONTRIBUCIÓN ESPAÑOLA A LA HAZAÑA LUNAR

La historia de las infraestructuras españolas que contribuyeron a la conquista de la Luna, relatada por el ingeniero español José Manuel Urech Ribera, empieza a mediados de la década de los sesenta en un clima de tensión política, militar y científica. España acordó ceder los terrenos para la construcción de las infraestructuras científicas a condición que la NASA se hiciera cargo de los gastos de construcción y puesta en marcha. El acuerdo también preveía que la agencia espacial norteamericana empezaría con personal propio y poco a poco iría incorporando técnicos españoles para tareas de instalación, desarrollo y mantenimiento del proyecto. Y es aquí, en este punto de la historia, en que se empiezan a crear los equipos de científicos que desde España contribuirían a llevar el hombre a la Luna y, paralelamente, a situar a Estados Unidos a la cabeza de la carrera espacial.

Los ingenieros y técnicos españoles del proyecto en ningún momento vivieron de espaldas a esta realidad. De hecho, tanto González como Martos reconocen que en su día eran plenamente conscientes de lo que suponía la carrera espacial como arma geopolítica. También estaban al día de las discusiones sobre si las misiones a la Luna podrían estar relacionadas con cuestiones económicas o de defensa. "Estos debates, ya en aquel entonces, retumbaban por las salas de control. Todos lo pensábamos, pero en ese momento no hablábamos del tema. Nuestra prioridad era mantenernos informados de todas las novedades técnicas de la misión porque sabíamos que se trataba de algo muy grande de lo que se hablaría durante mucho tiempo", explica González. "Todos sentíamos que formábamos parte de un proyecto único, pero en la tensión era tan alta que no siempre teníamos el tiempo de pararnos a pensar que suponía nuestro trabajo. Tardamos en darnos cuenta de que estábamos haciendo historia", reflexiona Martos.

Ahora, tras medio siglo de la hazaña lunar y en vísperas de su aniversario, algunos de los protagonistas españoles de esta historia reprochan con cierta nostalgia que en su día no se hablara más de la contribución española a la misión lunar. Y ahora, mientras los centros de investigación siguen trabajando, los ingenieros también añoran más visibilidad para este tipo de proyectos. "Hace 50 años no se dio suficiente énfasis en la participación española pero, en parte, puedo entenderlo dado que la gente tenía poca información a su disposición y, sinceramente, también entiendo que había pocas ganas de saber sobre este tipo de proyectos", argumenta Martos. "Hoy en día hay muchas personas que ignoran el trabajo que se hace en estos centros. Lo único que ven son antenas enormes, de hasta 70 metros de diámetro, que se vislumbran desde la carretera sin saber que algunas de estas contribuyeron a llevar al hombre a la Luna", añora González.