Juana Escudero falleció el 13 de mayo del 2010 por una insuficiencia respiratoria y está enterrada en el cementerio de San Rafael de Málaga en el nicho 4.938. Es ella, vivita y coleando, quien lo cuenta con cara de hartazgo. Porque lo que debería ser una noticia feliz, su no muerte, para ella se ha convertido en un auténtico calvario burocrático que le dificulta cosas tan simples como acudir a un médico o renovar el carnet de conducir. Ni hablar siquiera de pedir un préstamo. Ahora, un juez de Málaga ha declarado nula la inscripción del fallecimiento y ha autorizado la exhumación de los restos de la persona enterrada con su nombre para demostrar que no es ella y poner fin a la estrambótica historia.

Todo comenzó hace seis años, cuando Juana, que reside en Alcalá de Guadaira (Sevilla), acudió a urgencias para tratarse una dolencia. Al introducir su tarjeta sanitaria en el sistema, el doctor se quedó perplejo: el ordenador la daba por fallecida. Por suerte, el facultativo -que casualmente era su médico de cabecera y la conocía- la siguió atendiendo, pensando que sería un error informático que se acabaría solucionando con el paso de los días.

Sin embargo no fue así. Acudieron a la Seguridad Social, donde les confirmaron que efectivamente constaba que la persona con su número de DNI, nombre y fecha de nacimiento había muerto. Lo mismo les comunicaron en otras instancias oficiales, advirtiéndola incluso de que podría ser sancionada por usurpación de identidad. Desde entonces, se mueve acompañada de una fe de vida notarial, la misma que tuvo que presentar para arreglar los papeles al quedarse viuda, renovar el carnet de conducir o tramitar la pensión de jubilación. Su muerte le rondaba en cualquier trámite que tuviera que realizar. Ironías de la vida, los únicos que no le ponían pegas a ese supuesto fallecimiento eran los bancos y la Tesorería de la Seguridad Social, que le seguían cobrando facturas, hipoteca o la cuota de autónomo.

El caso se agravó en el 2016 cuando fue a renovar el DNI. Los agentes le comunicaron que su tumba estaba en Málaga. Llamaron al cementerio y les confirmaron que, efectivamente, Juana Escudero, con su número de documento de identidad, estaba enterrada allí. De hecho, al no pagar nadie el mantenimiento del nicho este había sido desalojado. De nada sirvió que la familia se desgañitara asegurando que había un error. Sin orden judicial no podían darles información.

Ella, que tiene en el móvil una foto de su austera lápida, asegura que nunca estuvo en Málaga, ni conoce a nadie allí. La familia sospecha que la persona enterrada -un trámite que según les han comentado se realizó sin DNI y mediante certificado del juzgado- puede ser un familiar, tal vez una hermana con la que perdió el contacto hace mucho tiempo y cuyo nombre tiene la misma inicial, y que fueron sus acompañantes quienes la identificaron mal. Por eso, no ha dudado en pedir sin éxito toda la información que el cementerio tenga sobre ese cadáver, ofreciéndose incluso a hacerse pruebas de ADN para aclarar de una vez el entuerto. La prueba genética se realizará ahora, tras la exhumación del cuerpo realizada el miércoles por orden de un juez, y las muestras del cadáver se cotejarán tanto con Juana como con sus hijos.