El dueño de la finca de Málaga donde el pasado 13 de enero murió el pequeño Julen tras caer a un pozo de 25 centímetros de diámetro ratificó ayer en el juzgado su inocencia e insistió en que en ningún momento fue consciente de que el agujero descubierto supusiera un peligro de muerte, aunque lo tapó con dos ladrillos de hormigón para evitar que sus invitados ese día en la parcela pudieran tropezar y lesionarse. David Serrano compareció en calidad de imputado por un delito de homicidio imprudente en la investigación abierta por el juzgado de instrucción 9 de Málaga, que ha citado también para la próxima semana a los padres del niño de dos años cuyo cuerpo fue recuperado el 26 de enero a 71 metros de profundidad.

Todavía «abatido» y consternado por lo sucedido, dado que las dos familias son muy amigas y tenían hijos de edad similar, Serrano respondió a las preguntas tanto del fiscal como de la acusación y de la juez que instruye el caso en una comparecencia que sus abogados definieron como «dura» y centrada sobre todo en lo que ocurrió ese 13 de enero, en que ambas parejas acudieron al Cerro de la Corona en Totalán para pasar un día de campo y comer juntos.

En este sentido, según indicaron los letrados al término de la declaración judicial, que se prolongó durante dos horas, el dueño de la finca reiteró, como ya hiciera ante la Guardia Civil y en una rueda de prensa, que alertó a sus invitados acerca de la existencia del pozo en un extremo de la finca, pero siempre pensando en que alguien tropezara y pudiera lesionarse la pierna, «no en que un niño pudiera entrar por ahí».

Así, los abogados del bufete Lawbird explicaron que Serrano mantuvo que se trató de un accidente «imprevisible», y apelaron a que las propias fuerzas de seguridad manifestaron en los primeros momentos sus dudas acerca de que el niño se hubiera caído por esa estrecha oquedad.

Respecto a las condiciones en que se encontraba el pozo, el dueño de la parcela reiteró que el encargado de hacer la prospección no la dejó tapada con una piedra de 15 kilos, como defiende el pocero, sino que fue él mismo quien lo obturó con dos ladrillos de hormigón.

También ha referido su «ignorancia» sobre los trámites para la realización del pozo y la confianza que tenía en que todo se ajustaba a la normativa porque acudió a un profesional que se habría encargado de todos los trámites.