Dos agentes de la Guardia Civil del puesto de Alcañiz, Víctor Romero y Víctor Jesús Caballero; y un vecino de Andorra (Teruel), José Luis Iranzo, murieron ayer tras ser tiroteados en el paraje de El Ventorrillo de Andorra. El asesinato se produjo cuando los fallecidos se encontraban prestando servicio en el marco del dispositivo de localización de un individuo sospechoso de haber disparado el pasado día 5 de este mes contra dos personas en el momento que estas pretendían acceder a una casa de campo de Albalate del Arzobispo, municipio cercano a Andorra. Estas dos personas resultaron heridas graves.

Tanto en aquella ocasión, como en la ocurrida ayer, el sospechoso logró fugarse. Ayer huyó en un vehículo marca Mitsubishi pick-up de color verde. Una fuga que obligó a que las comandancias de Zaragoza y Teruel movilizaran todos los efectivos disponibles para dar con el paradero del sospechoso, un exmilitar de Europa del Este, según la principal hipótesis con las que trabajaba la Guardia Civil. Lo que no está confirmado es que el autor de los dos tiroteos sea la misma persona.

ESLAVO

La teoría vendría avalada por el retrato robot que, según confirmó el instituto armado, se difundió entre las unidades, de rasgos eslavos. Pero también por la movilización del dispositivo especial en el que participaron miembros de la Unidad Especial de Intervención (UEI) y del Grupo de Acción Rápida (GAR) del instituto armado, además de miembros de las patrullas habituales. Todos los medios disponibles cortaron carreteras para tratar de enjaular al fugado. Pasada la medianoche aún no había sido detenido.

La intervención de los dos citados grupos es significativa porque ambas son unidades de élite, y la segunda está especializada en terrorismo, o en lidiar con individuos armados y especialmente peligrosos. Este lo es, dan fe los tres asesinatos que cometió, y sobre todo que lograse abatir, saliendo aparentemente ileso, a dos agentes de la autoridad armados. De hecho, en las alertas que periódicamente se enviaban a las patrullas se advertía de que posiblemente llevase encima las dos pistolas de los agentes.

Tanto la mecánica del crimen como todo lo anterior abona la hipótesis de que se trata de un hombre con entrenamiento militar. «A matar así te tienen que enseñar», llegaban a afirmar fuentes consultadas del cuerpo.

Sin embargo, fue imposible confirmar cómo sucedieron exactamente los hechos. Sí se sabe que ocurrió sobre las 19.00 horas, cuando el Centro Operativo de Servicios (COS) comunicó el incidente.

Los dos agentes, Romero y Caballero, eran originarios de Calanda y Cádiz, respectivamente. Y la víctima civil, José Luis Iranzo, era un destacado técnico agrícola, nieto del célebre Pastor de Andorra. De hecho fue en su finca familiar donde ocurrieron los asesinatos.

Tras cometerlos, el autor se dio a la fuga. Primero se creyó que en una furgoneta C-5, pero finalmente se fijó el citado pick-up. Ante la magnitud del crimen, no solo se sucedieron las muestras de duelo sino que el delegado del Gobierno, Gustavo Alcalde, y el subdelegado en Teruel, José María Valero, se desplazaron a la casa cuartel de Albalate del Arzobispo para seguir el operativo. Alcalde fue rotundo: «Va a caer».

En la misma dirección, el despliegue de la Unidad Especial de Intervención apuntaba a una detención inminente, ya que el grupo de élite, como su nombre indica solo se moviliza para intervenir. Esto implicaría que o se sabía o había fuertes sospechas de dónde estaba.

El delegado del Gobierno también tuvo que terciar para cortar la cascada de bulos que se generaron después de las primeras muertes confirmadas, y que llegaron a desatar cierta psicosis en Andorra, con informaciones incesantes sobre que el autor estaba abatido o que tenía rehenes en un bar, o protagonizaba un tiroteo en la plaza del pueblo. Todas ellas fueron desmentidas.