Ser niño, migrante y empobrecido es uno de los mayores indicadores de vulnerabilidad. Si además le sumamos la exclusión social, la falta de educación y oportunidades, el riesgo es aún mayor. Cada día miles de niñas, niños y adolescentes se ven obligados a abandonar el país que les vio nacer, buscando lugares seguros y protectores porque en sus hogares la violencia, la pobreza y la desprotección son el pan de cada día.

Actualmente, el Triángulo Norte de Centroamérica - Honduras, El Salvador y Guatemala - es una de las regiones más violentas del mundo. La violencia estructural y endémica que vive la región hace que la cifra de muertes violentas por armas de fuego supere en algunos casos a las sufridas durante las guerras civiles que han azotado esta zona en las últimas décadas. Además, es una de las regiones más empobrecidas de toda América Latina por lo que ofrece pocas oportunidades. Tampoco hay futuro para las niñas y los niños que ven en la migración la única oportunidad para salvarse.

Si un proceso migratorio ya es difícil para un adulto, para un niño lo es muchísimo más, sobre todo si lo hace solo. Cuando las niñas, niños y adolescentes deciden emprender este viaje su infancia se trunca y sus derechos a la educación, a la salud y a la alimentación desaparecen. Durante el camino, se ven expuestos a todo tipo de peligros como caer en redes de trata de personas, abusos sexuales, violencia… Pero todos ellos tienen un único objetivo: llegar a Estados Unidos donde puedan cumplir sus sueños. Aunque, a menudo, cuando consiguen llegar, sus sueños chocan contra un muro de impasibilidad.

En los últimos años los controles migratorios en la frontera de los Estados Unidos se han recrudecido. Esto ha hecho desviar los flujos migratorios para tratar de evitar los controles a zonas más inseguras, donde las mafias se han aprovechado de ello, lo que pone en grave peligro la vida de los migrantes, especialmente la de los más pequeños.

Es una autentica infancia en peligro ya que estos niños y niñas se encuentran en un estado permanente de violación de sus derechos. En esta crisis humanitaria el interés superior de la infancia cobra más relevancia que nunca. En Save the Children acompañamos cada día a decenas de niños y niñas en Centroamérica, proporcionándoles protección, apoyo emocional y educación en espacios para hacer que su vida recupere un aire de normalidad.

Es urgente que alcemos la voz para contar sus vidas y pedir su protección porque las niñas y los niños no deben ser tratados como delincuentes, no deben ser detenidos ni, por supuesto, deben ser separados de sus familias. Son solo niños y debemos protegerlos.

Los procesos migratorios no cesarán, lo más pequeños seguirán huyendo de la pobreza y la violencia, y como se ha visto en esta crisis humanitaria en Centroamérica, muchos lo harán completamente solos. No les demos la espalda, no cerremos los ojos, porque el 20 de noviembre, Día Universal del Niño, no es solo un día, es cada día.