El dolor es intrínseco al ser humano. Es esa voz de alarma que emite nuestro cuerpo cuando sufre una lesión o algo no funciona correctamente. Sin embargo, hay dolores que duran meses, años, décadas, haciendo la vida imposible a millones de personas. Se calcula que unos ocho millones de españoles (entre el 17% y el 20% de la población) padecen dolor crónico. Pese a ello, muchos no reciben una respuesta adecuada de la medicina y la sociedad, lo que los empuja a sufrir en silencio, a aislarse de su entorno, a dejar sus trabajos y a vivir prácticamente a las órdenes del dolor, que pasa a tener el bastón de mando de sus vidas.

El acervo cultural marca que, frente al dolor, hay que aguantarse. Algunas religiones han instaurado que la vida es un valle de lágrimas y que el sufrimiento es redentor. Los padres, a sus hijos, cuando les duele algo, les hacen el «sana, sana» y les dicen que ya pasará. Y los adultos se toman un ibuprofeno y a tirar para adelante. Incluso para los médicos el dolor es útil, para saber el problema del paciente y la intensidad del mismo.

PRIMER MOTIVO DE CONSULTA / Hace años era compartido que, cuanto más dolor, más vitalidad tenía el enfermo. De ahí que no haya estudios clínicos sobre este gran problema hasta la historia reciente, pese a que la prevalencia del dolor crónico, aquel que dura más de tres meses, es superior a la de otras enfermedades más conocidas y analizadas. De hecho, es el primer motivo de consulta tanto en la atención primaria como en la especializada. Y, entre las personas mayores, más del 70% de ellas padecen dolor persistente.

Pero la medicina ha llegado tarde a solucionar el dolor. Aunque ahora hay un arsenal terapéutico y también hay unidades del dolor en muchos hospitales que logran dar el alta a numerosos pacientes, esto no es suficiente para aliviar a todos los afectados, ni evidentemente ha logrado la cura de muchas dolencias.

Se calcula que solo el 50% de los pacientes logran más del 50% de alivio en atención primaria, según explica Víctor Mayoral, secretario de la Sociedad Española del Dolor, quien, frente a la pregunta ¿aguantarse o quejarse?, considera que «manifestar el dolor» ante un especialista «siempre es bueno» y lo más aconsejable. Pero como los médicos de familia no logran curar todos los dolores, el especialista recomienda que, cuando el paciente cree que el «alivio obtenido no es suficiente», pida ser derivado a un médico de atención secundaria o a las unidades de dolor.

ALGUNOS AVANCES / Un dolor agudo mal tratado frecuentemente se cronifica, según apunta Carlos Goicoechea, catedrático de Farmacología de la Universidad Rey Juan Carlos. En la jornada #NoHayDolor celebrada recientemente en Madrid, el especialista explicó que se ha logrado, en ratones, a través de un estímulo de luz, bloquear las neuronas que transmiten el sentimiento doloroso al cerebro. Pero requiere manipulación genética, técnica que en humanos despierta «reticencias» y problemas éticos, lo que dificulta su aplicación.

Por ello, a corto plazo los avances científicos pasan por la medicina personalizada y la inmunoterapia, dos grandes tendencias sanitarias. La primera, para establecer el mejor fármaco para cada paciente, porque no hay dolores iguales, cada paciente lo experimenta y metaboliza el tratamiento de una forma. Y la segunda, con el fin de modular el sistema inmune para tratar de inferir en la señal que se envía el cerebro.

EQUIPOS MULTIDISCIPLINARES / El mejor instrumento para aliviar el dolor crónico hoy en día son las unidades del dolor, donde trabajan equipos multidisciplinares, como anestesiólogos, enfermeras, psicólogos y médicos especialistas. En ellas se usa una amplia gama de tratamientos, que van desde la tradicoinal medicación hasta las inyecciones, la estimulación eléctrica, la rehabilitación, la fisioterapia, el apoyo psicológico... El problema es que, como otros servicios especializados, están saturadas y la lista de espera suele ser muy larga. Puede superar el año, aunque se da prioridad a los enfermos con dolores oncológicos y a las enfermedades graves.

La Sociedad Española del Dolor calcula que para atender la alta demanda sería necesario crear 520 unidades más, a sumar a las 180 existentes, de forma que hubiera una por hospital. Además, solo una de cada cuatro tiene un equipo multidisciplinar completo, con lo aún queda un largo camino.