Todos los obispos chilenos dimitieron ayer tras la acusación del papa Francisco de destruir evidencias de delitos sexuales, de presionar a los abogados de la Iglesia para reducir las acusaciones y de, «grave negligencia», en la protección de los menores ante los sacerdotes pedófilos. Tras dimitir, los obispos pidieron perdón a las víctimas y les agradecieron por su persistencia en medio de la incomprensión y ataques de la iglesia. Las renuncias fueron presentadas tras la reunión de los obispos con el Pontífice, en la que este les entregó un documento de diez páginas en el que se acusaba a la jerarquía eclesiástica chilena de ser colectivamente responsable, de los «graves defectos» en el manejo de los casos de abusos y de la consiguiente pérdida de credibilidad de la Iglesia católica. El documento detallaba presiones ejercidas sobre aquellos que debían investigar los abusos, así como la destrucción de documentos comprometedores. Los 34 obispos chilenos habían sido convocados a Roma por Jorge Bergoglio después de que el Papa leyera un informe redactado por Charles Scicluna, obispo de Malta y exfiscal vaticano para los casos de pederastia, que fue enviado a Chile por el mismo Pontífice. Los prelados han estado tres días hospedados en el Vaticano.