La meningitis es una enfermedad infecciosa, causada por virus o bacterias que inflaman las meninges, que son las finas membranas que envuelven el cerebro y la médula espinal. Las de tipo viral son las más comunes y tienen diagnósticos más favorables, la mayoría de pacientes mejoran sin necesidad de tratamiento. Pero las contraídas por una bacteria, aunque son más raras, pueden ser mortales (10% de los casos), o dejar importantes secuelas (sucede en el 20% de los supervivientes), como amputaciones, parálisis, sordera o ceguera.

Entre el 2017 y el 2018, la enfermedad meningocócica invasiva (EMI), que es como se conoce a la causada por una bacteria, afectó a 346 personas en España, y 44 de estas fallecieron. En el 41% de esos casos, 142, la bacteria causante de la infección fue el patógeno denominado Meningococo B (o bacteria Neisseria meningitidis). Es una bacteria contra la que ya hace tres años que existe una vacuna (Bexsero), pero en España todavía no está incluida en el calendario sufragado con impuestos sociales.

La vacuna (cuyo coste ronda los 108 euros por dosis que se recomienda aplicar de dos a tres veces según la edad del paciente), así como la detección precoz de la infección son las dos únicas bazas con las que cuenta la comunidad médica a día de hoy para luchar contra esta enfermedad. La mayor incidencia de la enfermedad meingocócica invasiva se da en niños menores de un año, seguida de niños de 1 a 4 años, y adolescentes de 15 a 19. Pero puede darse en cualquier edad y, según datos de la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica, la enfermedad meningocócica invasiva por la bacteria del meningococo B registró en la temporada 2017-2018 un ligero aumento en personas mayores de 65 años.

PORTADORES ASINTOMÁTICOS / La Neisseria meningitidis, bacteria conocida como meningococo, coloniza la nasofaringe de personas sanas. La portación puede ser transitoria o intermitente y durar entre días o meses. El 10% de la población general es portadora asintomática de meningococo. Pero entre adolescentes y adultos jóvenes, el porcentaje puede superar el 20%. Los portadores asintomáticos son la fuente principal de transmisión de las cepas patógenas del meningococo.

Compartir bebida desde los mismos vasos o botellas, cubiertos o cigarrillos, o besarse más, prácticas frecuentes en la etapa adolescente, hace de este colectivo el más vulnerable en la transmisión y recepción de la bacteria del meningococo. El patógeno se propaga a través de las secreciones respiratorias de un portador o una persona infectada, al toser o al estornudar. Sin embargo, la mayor incidencia de la enfermedad continúa registrándose en los pacientes lactantes menores de un año. Hacer diana en su diagnóstico requiere la inmediata sospecha de una posible EMI y la supervisión de la evolución del paciente durante las primeras 48 horas desde que se producen los primeros síntomas. La mayor dificultad viene dada porque «los síntomas iniciales pueden confundirse perfectamente con los de una gripe o cualquier catarro: fiebre y dolor de cabeza.

De hecho, «la gripe favorece el aumento de casos de EMI», señala el médico adjunto de la UCI pediátrica del Hospital Universitario Puerta del Mar de Cádiz, Sebastián Quintero. «La aparición de manchas rojas en el cuerpo, que pueden aflorar a las tres horas, y la rigidez de la nuca son las dos alertas que hay que controlar para actuar lo más rápido posible, pues la clave del tratamiento de la enfermedad meningocócica es la precocidad diagnóstica», precisa Quintero.

«La administración de la vacuna se recomienda entre los dos y los tres primeros meses de vida», señala Abel Martínez, del Consorcio Sanitario de Terrassa. «La incubación de la enfermedad oscila entre los 2 y los 10 días, pero su evolución clínica puede ser tan rápida que la información a los padres sobre ello es clave para llegar a tiempo», asegura Martínez.