Un día como este jueves hace 10 años llegó el primer iPhone a las tiendas en Estados Unidos. Fue el primer dispositivo que logró que se formaran colas desde horas antes en las tiendas de la operadora AT&T, que tenía la exclusiva de la distribución. Estaban esperando desde que el fundador de Apple, Steve Jobs, lo anunció en la Macworld Expo de enero del 2007, como un producto revolucionario que aunaba el móvil, la comunicación a través de internet y el reproductor de música digital. «La mayor revolución después del Mac», decía Apple, que esperaba vender entonces 10 millones de teléfonos en un año. No lo lograron por los problemas de producción y los plazos de entrega en el extranjero pero mejoraron el producto y la curva fue tal que en 10 años han vendido 1.000 millones de unidades y se ha convertido en el producto de consumo más exitoso de la historia.

En España, sin embargo, no se vio esa primera versión más que por los turistas y los que importaban quienes viajaban a EEUU y lo readaptaban para que funcionara con las redes europeas. Telefónica lo lanzó con 2,5 en noviembre del 2007 en su filial del Reino Unido, O2, pero no lo sacó en España hasta la siguiente versión, la 3G, en julio del 2008, cuando ya corría por media Europa. Hubo las mismas colas que en la Quinta Avenida. Acababa de nacer la iPhonemania y el móvil, que de repente incorporaba el correo, la música, el tiempo, la bolsa, los mapas, los sensores y las fotos, creció, se hizo smart y ya nadie volvió a usarlo solo para llamar desde cualquier parte.

LA PANTALLA MULTITÁCTIL / La pantalla multitáctil y la facilidad de uso del software lo hicieron todo. Era el primer dispositivo comercial que permitía que un gesto como la pinza de dos dedos ampliara lo que aparecía en pantalla, desde las fotos a la web y a los textos. Y a diferencia de Nokia, Blackberry o Palm, los bestsellers de entonces, tenía un teclado en el que las letras se agrandaban cuando se marcaban y que desaparecía para ganar espacio.

También fue el primer móvil que mostró las páginas web completas,que se podían ver mejor si se giraba la pantalla 180 grados. Era toda una novedad cuando todavía se funcionaba con WAP, un protocolo de páginas web simplificadas que quería ser iMode, el sistema propietario que usaba en Japón la operadora Docomo y que permitía desde 1999 incluir fotos en color en los textos. A ambos se los comió el iPhone, pues los japoneses se entregaron al nuevo aparato sin rubor cuando lo comenzó a vender la competidora de Docomo, Softbank, y hundió a la hasta entonces líder mundial de la innovación en telefonía en una crisis que se les ha hecho endémica.

Apple también castigó con su móvil a su socio de software más fiel: Adobe, que con su Flash había llenado de animaciones las páginas y ahora no eran más que páginas blancas. Jobs lo justificó en una larga carta aludiendo a la seguridad y a la velocidad. Un argumento casi igual que el que una década después emplea Google para justificar que se hagan páginas móviles solo en AMP, que simplifican el diseño dejando solo texto y foto, y eliminan cualquier microprograma que no sea una app.

iPhone fue el primero en funcionar con lo que hoy son las apps, esos programas que se concentran en una función concreta. Las apps primero se llamaron widgets, y era una adaptación al mundo móvil de un concepto que comenzaba a tener recorrido en el ordenador. Fue el inversor John Doerr (de Kleiner Perkins Caufield & Byers, el gran financiador del Silicon Valley) quien convenció a Jobs y le apoyó financieramente para que abriera a otras empresas la posibilidad de desarrollar programas para su móvil.

El siempre controlador dueño de Apple se resistía a dejar que otros entraran en su criatura, pero el consejo de Doerr se convirtió en lo que sería el negocio más rentable de Apple (30% del precio de la app más costes del kit de desarrollo).

Una de las primeras apps fue la de Google Maps, que apadrinó en la presentación de la Macworld Eric Schmidt, donde le propuso «juntar las compañías en un AppleGoo», dijo. Todo se desvaneció cuando Google anunció años más tarde su proyecto de construir un móvil, Android, que presentó en el 2008 y con el que se propuso abaratar los precios de los smartphones y cubrir los costes con las ganancias de los anuncios. Y el público apreció la intención y ha convertido a Android en el sistema operativo móvil más extendido.

Fue entonces cuando Jobs le declaró la «guerra termonuclear» en la que aún siguen. Convertidos en las dos grandes compañías de la internet móvil, entre Apple y Google retiraron a los entonces colosos Nokia, Blackberry y Motorola. Tampoco se salvó Microsoft con su Windows Phone (2010).

Los nuevos amos del mundo móvil llevaron a que el software sea más importante en un terminal que el diseño exterior. Durante muchos años, la estética iPhone de pantalla táctil con limpieza de líneas, apps y botón único, ha mandado sobre cualquier otro diseño. «La pantalla táctil hacía que quisieras estar todo el tiempo con el aparato y lo llevaras a cualquier parte. Creó una relación emocional con el teléfono», explicaba Scott Forstall, exvicepresidente de software de Apple y responsable del software del primer iPhone. Algo que hasta entonces solo había conseguido Blackberry, que tenía enganchados a sus usuarios, sobre todo ejecutivos de empresa, con su sistema de mensajería y el correo.

La crackberry, como se conocía la adicción al aparato de RIM, fue el primer anticipo de la actual adicción al Whatsapp, que nació en el 2009. La app de mensajería ha logrado canibalizar el mercado de los SMS y en España es ya el principal uso del teléfono, por encima de la voz, según los últimos informes de la CNMC.