Mar adentro, cetáceos y barcos, los grandes mamíferos marinos y las grandes embarcaciones humanas, se ven obligados a compartir un mismo espacio. En ocasiones, esta convivencia forzada se tambalea cuando la presencia de unos pone en riesgo la supervivencia de los otros. La comunidad científica y las asociaciones ecologistas alertan de que el aumento del tráfico marino está intensificando las colisiones con ballenas, delfines, cachalotes, belugas, narvales y zifios, encontronazos que suelen pasar desapercibidos para los tripulantes pero que para los animales pueden suponer la muerte.

En las últimas semanas, sin ir más lejos, se han dado a conocer diferentes casos de cetáceos que habían fallecido a raíz de una colisión con una embarcación. En Tenerife, una cría de calderón de apenas ocho meses fue hallada por un equipo de investigadores con una profunda herida en la zona de la aleta caudal que dejaba su cola casi colgando, por lo que, tras la valoración de un veterinario, tuvo que ser sacrificada. En Tossa de Mar, un ballenato de Cuvier apareció muerto en las playas de la localidad con un incisivo corte en la cabeza y diferentes costillas rotas. En ambos casos, los expertos atribuyeron los decesos a la colisión de estos grandes mamíferos con embarcaciones de gran tamaño y que, probablemente, circularan por las aguas a gran velocidad.

PROBLEMA DE CONSERVACIÓN / «Lamentablemente no se trata de incidentes puntuales, sino de un problema de conservación de primera magnitud», valora Beatriz Ayala, especialista del programa marino del World Wildlife Fund (WWF) en Canarias. «Llevamos años viendo como las colisiones entre embarcaciones y cetáceos amenazan la supervivencia de estos animales y hasta ahora no se han tomado las medidas necesarias para evitar estos accidentes», añade Ayala tras recordar que estos choques suponen un riesgo para animales y embarcaciones.

En el litoral catalán, entre el 2010 y el 2018, se contabilizaron un total de 312 cetáceos muertos arrastrados hasta las playas. En el archipiélago canario, uno de los lugares del mundo con mayor diversidad de cetáceos, entre el 2006 y el 2012, el número de animales muertos hallados alcanzó los 320. Los expertos atribuyen la mayoría de estas muertes a la actividad humana, dado que la incidencia de enfermedades bacterianas o víricas entre estas especies no es demasiado recurrente. El encontronazo con los humanos, en cambio, sí.

«En la mayoría de casos, las autopsias realizadas a los cetáceos que encontramos varados desvelan que los animales estaban sanos. El tráfico marino y la pesca accidental se sitúan como las principales causas de muerte accidental de cetáceos. Y no solo aquí, sino a nivel mundial», desvela Mariano Domingo, investigador del IRTA-CReSA, profesor del Departamento de Sanidad y Anatomía Animal de la UAB y responsable de las necropsias de la fauna marina protegida hallada en las costas. «No podemos conocer la magnitud real del problema porque tan solo podemos ver y analizar los cadáveres de cetáceos que encontramos varados en la costa. Pero también suponemos que hay muchos animales que fallecen y acaban arrastrados mar adentro. Estos simplemente desaparecen, por lo que nunca entran a formar parte de las estadísticas», comenta Domingo.

ESPECIES VULNERABLES / «Las colisiones directas son solo parte del problema. No hay que olvidar que los ruidos emitidos por las embarcaciones también ponen en riesgo a los animales», argumenta el biólgoo Santiago Palazón. «También los estamos exponiendo a elevados niveles de estrés, una progresiva degradación de su hábitat y a una disminución de la disponibilidad de sus alimentos», añade Ayala, quien recuerda que tanto la comunidad científica como las asociaciones ecologistas llevan años denunciando esta situación.

Los choques entre vida marina y creación humana, habitualmente accidentales, suelen acabar con la fauna autóctona muerta o malherida. «En la naturaleza, un animal herido es un animal casi muerto. En el caso de las heridas por arrollamiento, los animales tienen muy pocas posibilidades de sobrevivir», recuerda Palazón. «Estamos hablando de especies especialmente vulnerables. Los cetáceos, por más grandes e imponentes que nos puedan parecer, se quedan totalmente indefensos ante los disturbios provocados por la actividad humana», añade Ayala. Los expertos recuerdan que estos grandes mamíferos marinos necesitan subir a la superficie para respirar; un gesto que los deja más expuestos al ruido y a la posibilidad de desorientarse.