El asesinato de la monja española Inés Nieves Sancho, de 77 años, en la República Centroafricana ha causado conmoción dentro y fuera de este país, en el que la muerte de religiosos es cada vez más frecuente a causa de la violencia. «Solo en 2018, han matado a cinco sacerdotes centroafricanos, algunos de los cuales trabajaban en campos de desplazados», detalló ayer en declaraciones a Efe el religioso cordobés Juan José Aguirre, obispo de la diócesis de Bangassou, urbe meridional muy próxima a la frontera con el Congo. «A uno de ellos lo quemaron vivo y al otro lo ametrallaron señores de la guerra apoyados por mercenarios, muchos procedentes de Níger», continuó Aguirre, al subrayar la pérdida de cientos de capillas e iglesias «destruidas por la guerra» que actualmente se vive en el país.

El cuerpo sin vida de Nieves, también con nacionalidad francesa, fue hallado el pasado lunes en la localidad de Nola (oeste), a algo más de 130 kilómetros de la ciudad de Berberati, donde enseñaba costura y bordado a un grupo de mujeres, la mayoría madres solteras. La noche del pasado domingo, la monja «estaba durmiendo cuando un grupo de desalmados la sacó de la cama y se la llevó al taller de costura para no hacer ruido», relató Aguirre, tras conversar con el obispo de la diócesis de Berberati, quien le informó del suceso. «Allí se ensañaron con ella. El cadáver estaba en muy mal estado, lleno de heridas, y lo más importante, degollado, prácticamente decapitado», señaló Aguirre sobre este crimen, cuya autoría y motivaciones aún se desconocen.

El Papa recordó ayer a la monja española durante la audiencia general celebrada en la plaza de San Pedro. Francisco recordó a la misionera, que era «educadora de las jóvenes más pobres» y que fue «asesinada bárbaramente en el local donde enseñaba a coser».