Trapos rojos. Es lo que han empezado a sacar a balcones y ventanas muchos vecinos de barrios céntricos de la ciudad de Madrid para denunciar la pesadilla que viven desde hace varios años con los drogadictos y traficantes al menudeo que, de forma ilegal, ocupan pisos en la vecindad. Peleas y otros actos violentos, ruidos, enganches ilegales a la luz, destrozos de viviendas, telefonillos que no paran de sonar, portales ensangrentados, incendios, olores, suciedad, orines o plagas de chinches forman parte del «cada día» de los residentes en edificios y de los propietarios de locales a pie de calle tomados por el mundo de la droga. El problema «quita el sueño» a decenas de personas. Muchas de ellas han tenido que dejar sus casas. H,

Begoña cuenta varios casos como amenazas de muerte por denunciar; el de una mujer a la que le intentaron ocupar su casa mientras estaba en el hospital para una cirugía, o el de un chico que sufre una depresión por amenazas de sus inquilinos traficantes y consumidores.

¿Cuándo y cómo comenzó este fenómeno?. Begoña Sebastián explica que con el adiós a la bonanza y la llegada de la crisis económica se quedaron vacíos muchos inmuebles de distritos céntricos de la capital como Lavapiés, Latina, Vallecas o Tetuán, donde fueron llegando este tipo de ocupantes.

Por este motivo, varias plataformas vecinales madrileñas se han integrado en la Red Nacional, junto con otras de Barcelona y algunas que formarán parte en un futuro inmediato de Sevilla, Valencia, Málaga, Alicante, Las Palmas de Gran Canaria o Bilbao.

Por Madrid están la Plataforma del Barrio de Lavapiés, Chamberí se defiende, Madrid lo vale, El Parral Alto del Arenal, Grupo Vecinal de Bellas Vistas, Asociación Vecinal El Rastro, Plataforma La Cacerolada de Vallekas y Asociación Afectados Cundas Embajadores.

La Red quiere divulgar a los cuatro vientos que las soluciones a la “narco-ocupación” incluyen “cambios urgentes en algunos niveles de legislación” y una organización vecinal “intensa” en colaboración con las autoridades municipales y policiales locales, regionales, autonómicas y nacionales.

Como primer paso, las plataformas de Puente de Vallecas y Lavapiés han activado la campaña #ATodoTrapo y en ella piden a los vecinos que exhiban “una tela de color rojo en su balcón, ventana o farola” para expresar su “rechazo a la presencia y actividad de los narcopisos o narcocasas”.

Sebastián ha agradecido las intervenciones de la Policía Nacional, que en múltiples ocasiones “ha estado a la altura” del problema, mientras expresa el “disgusto” de los vecinos con el Ayuntamiento de Madrid “por no querer mirar el problema de frente”.

Esta vecina también echa de menos más colaboración por parte de algunos jueces, que en muchos casos -dice- “han decidido crear sus propias ONG en los juzgados y ponen trabas al creer que se trata de personas desprotegidas”.

“Para nuestra desgracia”, dice esta afectada por el fenómeno de los “narcopisos”, los jueces autorizan la entrada y registro de pisos o los lanzamientos “según la gravedad” de lo traficado, “si suben o bajan muchos yonquis”.

Por si fuera poco, dice Begoña Sebastián que los procesos de desahucio de este tipo de pisos ocupados pueden durar entre tres meses y tres años, “dependiendo del juez que toque en el caso”, y teniendo en cuenta, encima, que “las denuncias interpuestas por las comunidades de propietarios no sirven para nada”.

Begoña Sebastián echa de menos más cámaras en los distritos, como las 25 que el Ayuntamiento que dirige Manuela Carmena prevé instalar en los alrededores del bulevar de Peña Gorbea, en el distrito de Puente de Vallecas, destinadas a frenar la inseguridad derivada de los “narcopisos”.

El 27 de febrero pasado, la delegada del Gobierno en Madrid, Concepción Dancausa, dijo con respecto a los “narcopisos” que su erradicación es una “prioridad”.

En una de las últimas intervenciones, el 22 de febrero pasado, agentes de las policías Municipal y Nacional detuvieron a tres personas en un “narcopiso” del barrio de Lavapiés donde también hallaron cocaína y heroína, útiles para su elaboración y un arma blanca de grandes dimensiones. EFE