Las pasiones lectoras atraviesan tiempos y latitudes. Lo constata Yago Ferreira, un adolescente leonés que leyó 'El secreto de las fiestas' de Francisco Casavella y cayó rendido ante la gracia y la levedad del libro. “En la última página de la edición de Anaya decía que se podía poner uno en contacto con él, pero yo, aunque estuve tentado, no me atreví nunca a hacerlo”, cuenta. De eso hace ya casi 20 años. En su León natal, Ferreira montó un bar, reunió a sus antiguos amigos y les trasmitió su amor por el autor barcelonés. Y la onda expansiva de ese entusiasmo fue tal que sintieron la necesidad de extender la buena nueva y celebrarlo a su manera, que al fin y al cabo también debía de ser, presumían, la manera de Casavella. Muchas ganas de fiesta. De ahí que cada 15 de agosto, en León, se haya celebrado desde el 2014 el día del Watusi.

La conmemoración, concebida así es, lo dice Ferreira, como una especie de 'Bloomsday' (el día que Dublín revive el 'Ulises') en Andorra. Una rareza. En Barcelona ya hubo una pequeña celebración popular y un tanto secreta también en el 2014, cuando una serie de amigos y cómplices del desaparecido escritor le hicieron un homenaje en la Llibreria Calders, donde desde entonces campa una W en uno de sus muros, en memoria de la pulsión grafitera de Fernando Atienza. Pero es que el 15 de agosto, un desierto canicular, no favorece nada las convocatorias.

Bailar y disfrutar

En León, sin embargo, el festejo casavellano está muy vivo y ha sufrido una pequeña mutación. Los tres primeros años estuvieron dedicados a tres libros de la trilogía de 'El día del Watusi'. Y en esta ocasión, el 14 y el 15 de agosto, será 'El secreto de las fiestas' la novela a leer, recrear y sacar a la calle, aprovechando su reedición en Anagrama. “Básicamente, es una muestra de afecto muy grande, a mí personalmente me salvó los muebles”, dice un entregado Ferreira. Los que se pasen por León podrán disfrutar de conciertos, secretos por supuesto, de partidas de ‘pinball’, sesiones de dj y mercadillo. La iniciativa, además, es autogestionada, sin apoyos oficiales ni privados. El único requisito que exige la organización son las “ganas de bailar y disfrutar”, pero eso ya está implícito en la literatura de Casavella.