En el cerebro se deciden nuestros actos. También los más atroces. La estructura y el funcionamiento del cerebro de Patrick Nogueira, un joven que tenía 19 años cuando asesinó a sus tíos, Marcos y Janaina, y a sus sobrinos Carolina y David en la casa de Pioz (Guadalajara), eran un enigma hasta que fueron examinados por el doctor Antonio Maldonado, jefe de servicio de Medicina Nuclear del hospital universitario Quirónsalud de Madrid. Tras realizarle un TAC (imágenes construidas por un ordenador a partir de las obtenidas por rayos x) y un PET (inyección de sustancias radiactivas para luego analizar cómo funciona su mente), el especialista concluye que el cerebro de Nogueira «no se ajusta a los criterios de normalidad», según el informe encargado por la defensa del joven.

Los estudios realizados al asesino de Pioz han detectado una «marcada disminución de la actividad neuronal» en varias zonas del lóbulo temporal derecho de su cerebro. Varios autores han vinculado una atrofia de esa zona con el desarrollo de la psicopatía, aunque no hay resultados concluyentes.

Unas pizzas y un cuchillo

El 17 de agosto del 2016, Patrick Nogueira, el menor de tres hermanos, sin profesión conocida, se desplazó en autobús hasta la localidad de Pioz. Allí se habían trasladado su tío Marcos Campos, la esposa de este, Janaina, y sus dos niños, Carolina y David. No le habían invitado a seguir viviendo con ellos tras diferentes episodios incómodos ocurridos en el hogar familiar.

Aquella tarde, Patrick, de 19 años, cogió unas pizzas, unas bolsas de basura, cinta americana y un cuchillo y se presentó en casa de su familia. Primero apuñaló a su tía Janaina. Luego mató a los dos niños, de cuatro años y 14 meses. Troceó el cadáver de la mujer y envió 20 fotografías y decenas de mensajes de whatsapp a su amigo Marvin Henriques, que estaba en Brasil, mientras esperaba la llegada de Marcos, para matarlo también.

Con los cuerpos de la mujer y los niños en el suelo, Patrick envió un primer selfi: «Ha llegado el mejor momento: descuartizamiento». En una de estas fotos se ve a Nogueira posando junto al cuerpo mutilado de la mujer, a la que ha tapado el rostro. «Tuve que colocarle una bolsa porque tenía aquella mirada… Su boca espumaba sangre», escribe.

En otros mensajes, el joven confiesa: «No veo la hora de terminar con esta mierda: comer, dormir e ir para casa, dormir en mi camita». Horas después, cuando su tío llegó a la casa, lo acuchilló y lo desmembró. Entonces escribió por whatsapp: «Los dejo desangrándose y me hago un atún con pan porque me lo merezco».

Tras cenar, Nogueira limpió el chalet, metió los cuerpos en bolsas de basura y se fue a dormir a su casa de Alcalá de Henares. Luego, huyó a Brasil, donde fue detenido. La Guardia Civil logró que volviera a España y desde entonces está en prisión. El 24 de octubre comenzará el juicio contra él en la Audiencia de Guadalajara. La fiscalía y la acusación ejercida por el abogado Alberto Martín en nombre de la familia de las víctimas piden para él la prisión permanente revisable. Nadie discutirá si cometió los crímenes. Los nueve miembros del jurado deberán decidir si su lugar es la cárcel o un psiquiátrico.

En las entrevistas con los peritos, Nogueira explicó que había sufrido acoso en el colegio, que se inició en el sexo con 15 años con una prostituta y que con 16 apuñaló a uno de sus profesores en Brasil porque le llamaba «maricón». Entonces acudió a terapia con un psiquiatra en su país hasta tres veces por semana. Luego, sin avisar a sus padres, un médico y una profesora de inglés, viajó a Europa. Pasó por Inglaterra y Portugal antes de instalarse en casa de sus tíos. Sobre sus asesinatos en España, admitió que «sabía que me iban a coger al 98%».

Las dos psicólogas del Instituto de Medicina Legal de Guadalajara encargadas por el juzgado de valorar su mente determinaron que es un psicópata altamente peligroso y con grandes probabilidades de reincidir. Creen que distingue el bien del mal y no tiene enfermedad mental alguna, de modo que su sitio es la prisión.

El psiquiatra José Miguel Gaona y el psicólogo Jonatan Quejido, contratados por su defensa, n en apreciar un trastorno de personalidad antisocial, pero defienden que esas anomalías en su cerebro constituyen un «daño neurológico que tiene repercusiones» sobre su conducta. Creen que tiene las facultades alteradas y piden que se le realice un estudio «más profundo», sin descartar corregirle en un quirófano esas anomalías.