«La única cebolla que hace llorar sin tener que cortarla», retuiteaba el ambientólogo Andreu Escrivà junto a la fotografía de una humilde y solitaria liliácea en una bandeja. Con empaque, como para un regalo, vamos. «Monumento al absurdo y al desperdicio», proseguía «fascinado» por la ocurrencia. «¿Qué sentido tiene envasar este tipo de productos si ya tienen una protección natural y duran tiempo? No hay justificación», razona el estupefacto ecologista que no ve más sentido que la acelerada sociedad. «La gente no quiere detenerse para pesar los productos. ¡Son 30 segundos!», clama resignado a una práctica extendida. Cebollas, pepinos, mandarinas, plátanos... Empaquetados de uno en uno, en parejas o tríos, llenan las estanterías de supermercados. La sobredosis de envoltorios llevó a la salmantina Isabel Vicente a iniciar en febrero la campaña viral #DesnudaLafruta. «Queremos concienciar de este derroche sin otro fin que las compras rápidas», explica Vicente, que desmonta los motivos sanitarios alegados por las cadenas: «En una misma tienda encuentras tomates envasados y a granel». El despropósito es tal que incluso se encuentran frutas y hortalizas embaladas con la etiqueta de granel. Por otra parte, la venta de piezas juntas limita la libre elección del cliente -»necesitas solo dos peras y te tienes que llevar cuatro»- y no se escapan del empaquetado, más bien se incrementa, los alimentos ecológicos. «Alardean del consumo sostenible y te llenan de residuos», protesta y agrega otra indignación viral: «Nos obligan a pagar las bolsas y nos llevamos a casa mucho más plástico». Los responsables del blog Vivirsinplástico.com, apuntan a la motivación económica. «Muchas de las frutas y verduras envasadas son más caras», avisan.