Calais, que abrigaba un polémico campamento de demandantes de asilo y refugiados desmantelado hace seis meses, sigue ensombrecida por la inmigración, uno de los temas que más preocupan a los electores franceses que votarán en las próximas presidenciales.

En la ciudad norteña de Calais ya no hay más asentamientos de la vergüenza, como el conocido como "la Jungla" -donde malvivieron hasta 10.000 inmigrantes sobre todo de Afganistán, Sudán y Eritrea-, pero sí que restan centenas de jóvenes que vagan por las calles y duermen donde pueden.

"Damos unas 300 comidas al día a los inmigrantes que permanecen a la intemperie, la mayoría de ellos menores", contó a Efe la cooperante Klaartje Smulders, de la asociación Utopia.

La Prefectura (Gobierno regional) de Pas-de-Calais calcula que son entre 100 y 150 los chavales que están dispersados por la ciudad, separada del Reino Unido por apenas 34 kilómetros.

"Hemos venido haciendo todo lo posible para evitar nuevos campamentos", explicó a Efe un portavoz del Gobierno.

El descampado de la Lande donde se levantó el asentamiento está absolutamente desierto, tanto de inmigrantes como de nuevas chabolas.

Situado junto al puerto de Calais y anexo a la autopista E-15, vio a su población multiplicarse a partir de 2014 por culpa de la crisis migratoria del Mediterráneo. Hasta que se dio por desmantelado el 31 de octubre de 2016.

Uno de los pocos vestigios de lo que llegó a ser una enorme ciudad chabolista con supermercados, bares y mezquitas son dos carteles que franquean su antigua entrada y que rezan: "Prohibida la entrada al público".

También sobreviven pintadas en uno de los pilares del puente que flanqueaba el asentamiento, como la de "Nadie se merece vivir así", escrita en inglés.

Aunque los efectivos destacados en Calais bajaron de los 2.000 del pasado año a los actuales 150, la policía sigue patrullando la zona del antiguo campamento, de unos cuatro kilómetros cuadrados de superficie.

La antigua "jungla" está actualmente blindada, cercada por infranqueables tramos de muro y de alambrada construidos en 2016 con el cometido de proteger la autopista y el puerto de intrusiones.

En 2015 y 2016, la época más tensa del campamento en la que los enfrentamientos entre inmigrantes y policías eran diarios, decenas de chavales montaban barricadas para forzar a los camiones que iban al Reino Unido a pararse.

Entonces, intentaban colarse en sus bajos para cruzar el Canal de la Mancha.

Los habitantes de Calais, apesadumbrados por haber visto a su pequeña ciudad en la tormenta mediática los dos últimos años, discrepan sobre el efecto que el asentamiento tuvo en ella.

"Antes y después, no veo mucho cambio. Es cierto que se ven menos inmigrantes en la calle, pero nada más", dijo a Efe Nicolas, de 27 años. De parecida opinión es Rose, quien puntualizó que hay menos barricadas en las autopistas.

Ambos comparten preferencia para el 23 de abril (primera vuelta de las presidenciales): el candidato neocomunista Jean-Luc Mélenchon. Y todo ello a pesar de que la región de Calais, la segunda más pobre de Francia, había votado masivamente al ultraderechista Frente Nacional (FN) en las elecciones regionales de 2015.

Los estudiantes Louis y Morgane, que a sus 18 años votarán por primera vez, consideraron que la inseguridad es menor desde que se acabó con el campamento. "A amigos nuestros les robaron el teléfono móvil", recordó la joven.

Más preocupado se mostró Coco, un economista en paro miembro del polémico grupo "Calesianos en Cólera" que dice ayudar a la policía a interceptar a los inmigrantes que crean problemas de seguridad.

"Es cierto que estos meses ha mejorado un poco, aunque ha seguido habiendo clandestinos. No han montado barricadas, pero sí han abordado camiones", alertó.

Coco, un decepcionado de la política, votará en blanco. "Todos hablan de que Marine Le Pen es la solución. Yo no creo. Para mí, todos son iguales. Hacen promesas y no las cumplen", reflexionó.

A nueve días de la primera vuelta de las elecciones, el problema migratorio acecha de nuevo Calais. El incendio del pasado lunes en el asentamiento de la vecina Grande-Synhte, donde vivían unos 1.500 inmigrantes, ha levantado los temores.

Las autoridades están alerta para evitar que cientos de ellos vuelvan a instalarse en Calais.

Mientras, los comerciantes de la ciudad, muy dependientes del turismo, esperan que 2017 sea el año del despegue, después de los "annus horribilis" de 2015 y 2016, cuando la localidad se vio afectada por lo que consideran una "mala publicidad".