El 31 de diciembre del 2013 las siete clicas de la Mara Salvatrucha celebraron en Ibi su particular Fin de Año, un mirin o encuentro en el que cerraron un pacto para poner en marcha el llamado Programa 34, una suerte de federación que uniría a todas las franquicias de esta organización criminal con origen en El Salvador que se habían instalado en España con el objetivo común de «crecer y establecer la mara».

Ahora, los cerca de 40 acusados de haber participado en esta delictiva expansión ya tienen sus condenas tras haber llegado a un acuerdo de conformidad, que van desde los 12 años de cárcel para los cabecillas de la banda de Ibi, los hermanos Darkin y Bigman, a multas y penas que permitirán en muchas casos eludir la prisión a los líderes de otros grupos asentados en España y diversos soldados. La confesión les ha valido a muchos de atenuante.

Porque si algo dejaba claro el auto de procedimiento con el que se puso en marcha el juicio es que las clicas tenían una estructura piramidal, con un primera palabra o ranflero como responsable máximo, un segunda palabra o segundero como lugarteniente, un tesorero y soldados rasos. Todo a imagen del original de El Salvador.

El escrito del juez de instrucción de Ibi revelaba que además de la Big Crazy asentada en esta localidad alicantina y liderada por esos dos hermanos, se unieron al proyecto, entre otras, la Normandi de Girona, la Providence de Madrid y los Dementes y los Demonios Locos de Barcelona, aunque a estos últimos hubo que llamarles desde El Salvador para acabar de convencerlos.

Aparentemente todo se hizo bajo la supervisión de la Mesa de Ranfla, el consejo de dirección de la Mara Salvatrucha en su El Salvador natal, y del Ranflero del Barrio, su jefe máximo.

Antes, la clica de Ibi ya comunicaba sus pasos a dirigentes en El Salvador. En junio del 2013, por ejemplo, su responsable narró a uno de ellos el enfrentamiento que habían tenido con una banda de rumanos por el control del territorio para pedir permiso para actuar. La respuesta no pudo ser más explícita. «Si lograran capturar a uno de los majes, mátenme a ese hijo de puta, no hay pedo [problema]».

Entre las normas de actuación transnacionales estaba la manera de captar nuevos miembros y de darles el brinco. Se exigía que el currículum incluyera muestras sobradas de «valor y lealtad»; también, que fueran duchos en el manejo de armas y que supieran soportar el dolor y lidiar con situaciones peligrosas.

Pero quedaba una última fase del proceso de selección que, según el auto, el 1 de febrero del 2014 la Guardia Civil pudo comprobar en directo en el parque del Turó de la Peira de Barcelona. Según lo establecido, el aspirante debe soportar una lluvia de golpes de los miembros de la plica. Esa vez la tempestad de mamporros se alargó 30 segundos y la protagonizaron más de 20 hombres.

Superada esa última prueba, cada aspirante recibe su alias, la taca o la placa en su argot. Una vez dentro, la obediencia al superior es obligada y se castiga la ausencia a las reuniones o que se fume o beba sin que haya permiso. También está penado el robo por otros motivos que no sean pagar las cuotas de la clica pero, sobre todo, la falta de respeto a otros miembros del grupo y la deslealtad.

Tan definido está el método de entrada como lo que sucede en caso de salida, que puede conllevar la muerte. La reunión de aquel último día del 2013 se realizó en Ibi porque Darkin, el líder local, había sido el impulsor de la federación y quedó designado como su máximo responsable. En aquel encuentro se acabaron de definir las prioridades del Programa 34 y la primera era la de conseguir financiación.

Cada banda local haría una contribución mensual de 100 euros al proyecto en común y se aceptó que algunas clicas traficaran con drogas, que vendieran objetos procedentes de pequeños hurtos o robos, u objetos de artesanía de El Salvador. Eso sí, quedó claro que la droga era propiedad de la clica y los beneficios de su venta serían para la banda, nunca individuales.

En aquella reunión se empezó a perfilar cómo se gestionaría la subvención que iban a recibir de la central en El Salvador, que finalmente ascendió a casi 10.000 dólares. El pacto fue que los utilizaran los Big Crazy para montar un negocio legal y que una vez recuperado el dinero, iría para que otra clica pusiera en marcha otra estructura aparentemente legal.

La idea era usar los negocios de tapadera para blanquear dinero de la droga pero también para ofrecer contratos legales que permitieran llegar a España a miembros de la mara en El Salvador, así como amparar a soldados encarcelados aquí.

El auto del magistrado permite comprobar claramente que sus métodos delictivos que empleaban no eran demasiado profesionales. No tuvieron reparos en fotografiarse haciendo signos propios de la mara, con armas o con plantaciones de marihuana. Y pensaron que cambiar el orden de las sílabas de algunas palabras o el uso de frases hechas podría evitar que se les incriminase. Así, la cocaína era vopol o caco, polvo o coca al revés.