Ochenta años después de su muerte, los restos de Dionisio Aretxabala Uñaiza, un marinero vasco que murió en 1939 tras ser detenido en Cádiz en plena represión franquista, eran entregados ayer a su familia, que podrá así cerrar por fin «un largo paréntesis» de incertidumbre y silencio. El alcalde de Cádiz, José María González, y el concejal de Memoria Democrática, Martín Vila, entregaron a sus nietos los restos de Dionisio Aretxabala, localizados en los trabajos de exhumación que desde 2016 se han llevado a cabo en el antiguo cementerio de San José de la capital gaditana, cerrado hace una década.

Emocionado, tras agradecer los trabajos que les permitirán poder enterrar pronto a su abuelo en su localidad natal, Algorta, en el municipio vizcaíno de Guecho, su nieto Antón Arkargorta Aretxabala se ha querido acordar de los «cientos de familias» que han estado en su situación y les ha pedido que «no abandonen los esfuerzos» para localizar a los represaliados del franquismo. Un objetivo que no tiene nada que ver con «el revanchismo» sino con que «una sociedad democrática tiene que basarse en la justicia y nunca en el silencio de las injusticias». Maquinista naval de un barco carguero que iba de puerto en puerto, llegó a Cádiz y, durante su estancia en la capital en 1939, fue detenido. «No tenía filiación política, ni sindical», contaba ayer su nieto. Desde Prevención Municipal de Cádiz, donde estaba encarcelado por causas que se desconocen, llegó a escribir varias cartas a su mujer y a sus tres hijas.

Lo último que supo la familia es que había muerto un día de abril, según la versión oficial que nunca creyeron, suicidándose por ahorcamiento. Gracias a la saliva de su nieto, un centro especializado de la Universidad de Granada pudo hacer las pruebas de ADN que confirmaron que los restos eran los de Dionisio Aretxabala.