El presidente Jean-Claude Juncker anunció a bombo y platillo hace dos semanas la intención de la Comisión Europea de proponer el fin del cambio horario bianual en la Unión Europea, que implica adelantar una hora los relojes el último domingo de marzo y retrasarlos otra el último de octubre. Esta semana ha oficializado su propuesta, que aspira a sacar adelante en un tiempo récord, con un acuerdo para finales de año, de forma que el último cambio de horario se produzca en 2019.

“Los europeos no nos aplaudirán si debemos seguir cambiado de hora dos veces por año. El cambio de hora debe parar” y “son los Estados miembros quienes deben decidir si sus ciudadanos viven en el horario de verano o de invierno”, avisó Juncker el miércoles. Su propuesta ya está sobre la mesa. Bruselas quiere que Gobiernos y Parlamento Europeo -se aprueba en codecisión- pisen el acelerador de la negociación de forma que el último cambio obligatorio se realice en 2019, el 31 de marzo para los países que opten por fijar el horario de verano y el 27 de octubre para los que opten por mantener el de invierno.

Un calendario ajustado que obliga a entablar con urgencia las negociaciones de forma que acuerdo político pueda cerrarse antes de que termine 2018. La presidencia austríaca de la UE, que lidera el club este semestre, se ha compromete a incluir la propuesta en su agenda de trabajo y ha solicitado a los Estados miembros comentarios para mantener un primer debate a finales de septiembre en los grupos de trabajo técnicos del Consejo. Según la Comisión, existe “un número creciente” de Estados miembros partidarios de abolir el cambio de hora aunque públicamente hay pocos que hayan manifestado hasta ahora más allá de los bálticos, Polonia y Finlandia cuyo parlamento ha aprobado una resolución.

Última palabra, para los gobiernos

En todo caso, los Estados miembros tendrán la última palabra a la hora de decidir si mantienen de forma permanente el de verano o de invierno. Si no hay una mayoría cualificada a favor de abolir el cambio este no tendrá lugar. Si hay pacto, los gobiernos tendrán que notificar su decisión para abril de 2019. A partir de 2020, no será posible adelantar o retrasar relojes y podría darse el caso, ha admitido este viernes la comisaria de transportes, Violeta Bulc, que países vecinos como Bélgica y Holanda se decantaran por horarios distintos.

Los Estados miembros seguirán siendo libres de decidir el huso horario que aplican -actualmente hay tres zonas horarias en la UE, la de Europa occidental, Europa central y Europa oriental- pero la Comisión Europea espera que los gobiernos decidan “de forma coordinada” para evitar problemas en el mercado interior y un aumento de los costes en el comercio transfronterizo e inconvenientes en el transporte, las comunicaciones e incluso una reducción de la productividad en el mercado interior. Por eso, cualquier cambio de zona horaria también deberá notificarse a Bruselas, con seis meses de antelación.

A favor y en contra

Los gobiernos empezaron a introducir el cambio de hora de verano a raíz de la crisis del petróleo en los setenta como medida de ahorro energético. Sin embargo, según Bruselas, los últimos estudios señalan que el ahorro energético hoy día es marginal, aunque los resultados varían en función de la ubicación geográfica. Por ejemplo, en Italia el ahorro por el cambio al horario de verano fue en 2016 de 94,5 millones, mientras que en España el Instituto de diversificación y ahorro energético cifraba el ahorro anual al equivalente a 300 millones. La evaluación también arroja un balance inconcluso en relación al impacto sobre la salud. “Es justo decir que hay argumentos a favor y en contra. Pero recordemos por qué decidimos empezar a cambiar la hora. Fue para ahorrar combustible y energía. Todas estas razones no están ya sobre la mesa así que cuando los ciudadanos nos piden que eliminemos los obstáculos no encontramos razones para no hacerlo”, ha insistido Bulc.

La Eurocámara aprobó una resolución en febrero pasado reclamando la apertura del debate y las quejas de los ciudadanos, sostienen en Bruselas, han ido en aumento. De ahí que recogieran el guante y abrieran una consulta pública para preguntar directamente a los ciudadanos europeos. “Nos dio el último empujón. El presidente no pide la opinión de los ciudadanos para después obviarla”, ha insistido la comisaria. Aunque solo participaron 4,6 millones de personas -de los 500 millones que residen en la UE- el 76% aseguraron haber tenido malas experiencias con el cambio de horario y un 84% dio su apoyo a la abolición del cambio bianual. Todo un récord de participación que Bruselas insiste en poner en valor.