El factor socioeconómico pasa factura médica. Las personas con menos ingresos acuden cuatro veces más al médico de cabecera, presentan más riesgo de ciertas enfermedades, desde mentales a cardiovasculares o tienen mayor tasa de suicidio. Incluso acortan su esperanza de vida.

Una desigualdad en salud que existe desde siempre pero que ha visto ahondada la brecha desde la crisis económica, y que se ha convertido, según algunos científicos, en la principal «enfermedad» del siglo XXI.

En el caso de España, no se trata de desigualdad en el acceso a la salud, sino más bien que «los problemas sociales se derivan a problemas médicos», explica Ildefonso Hernández, miembro de la Sociedad Española de Salud Pública (Sespas).

A menos ingresos se corresponde peor calidad de vida: alimentación más deficitaria, sedentarismo, dificultad para acceder a determinados tratamientos (especialmente dentistas o fisioterapeutas), y sobre todo problemas de depresión y ansiedad.

Las personas con menos ingresos acuden seis veces al año al médico de cabecera, mientras que aquellos con más recursos lo hacen solo dos, según un informe del Centro de Estudios Andaluces del año pasado

También influye en la percepción de la enfermedad: uno de cada tres andaluces con menos ingresos reporta mala salud, cifra que no llega a uno de cada diez entre aquellos con ingresos más altos. Se nota incluso en la sensación de tristeza que afecta al 18,8% de los más desfavorecidos y solo al 1,4% de los pudientes.