Las emisiones de dióxido de carbono (CO2) y otros gases responsables del actual cambio climático parecen haber tocado techo y desde hace tres años se mantienen relativamente estables, en buena parte por la contención del crecimiento en China y otros países emergentes, por el abandono gradual del carbón y también por los progresos en energías renovables. Sin embargo, como advierte la última evaluación del Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA), eso significa que la atmósfera aún recibe anualmente un aporte suplementario de 50 gigatoneladas, 50.000 millones de toneladas. Demasiadas para ser absorbidas sin que ello afecte al clima.

La Convención de la ONU sobre Cambio Climático (Unfccc) inaugura hoy en Bonn su nueva cumbre del clima, la número 23 de este interminable proceso, con el objetivo nuevamente de avanzar en la reducción de emisiones. No obstante, en esta ocasión se van a abordar sobre todo aspectos técnicos -la letra pequeña, como dice la organización alemana- y habrá que esperar al 2020 para volver a ver cifras sobre la mesa.

PUNTO DE PARTIDA / Si se quiere que las temperaturas terrestres no aumenten más de dos grados con respecto a los valores preindustriales, el umbral que separa una situación asumible de una crisis de consecuencias imprevisibles, es necesario que las emisiones en el 2050 se hayan reducido al menos un 80% y que en las décadas inmediatamente posteriores se alcance un balance negativo. Es decir, falta mucha voluntad y mucho esfuerzo. El acuerdo suscrito en París en el 2015 fue un punto de partida, pero es insuficiente.

En Bonn se tratará fundamentalmente de decidir cómo se llevan a la práctica los compromisos anunciados en París, explica Tatiana Nuño, especialista en cambio climático de Greenpeace: «Deben acordarse las reglas de aplicación de los acuerdos», resume. De hecho, pone como ejemplo Nuño, aún hay discrepancias en aspectos como el inventario de emisiones (cómo medirlas y verificarlas) y en los calendarios que deben servir como referencia.

Otro aspecto capital es mantener el consenso de París tras la desbandada de la Administración de Trump. El peso específico de EEUU se ha reducido en el contexto internacional y ahora sus emisiones suponen solo el 15% del total mundial. Sin embargo, está claro que, en ausencia del socio americano los otros signatarios deberán multiplicar sus esfuerzos. Desde España aún no se ha confirmado quién encabezará la delegación, aunque se espera la presencia de la ministra de Agricultura y Medio Ambiente, Isabel García Tejerina. Hay que recordar que en Bonn se abordarán asuntos muy importantes como la financiación y la participación del sector privado en las herramientas de desarrollo limpio.

PARÍS SE QUEDA CORTO / Si se cumplieran los compromisos voluntarios para reducir emisiones que más de 180 países anunciaron en la capital francesa, solo se lograría un tercio de los recortes necesarios para estabilizar el clima, subraya el Pnuma. «La comunidad científica nos reitera que eso significaría que las temperaturas aumentarían entre 3 y 4 grados», advierte Nuño.

Para el año 2030, el informe del Pnuma recuerda que las emisiones anuales deberían situarse como máximo en 42 gigatoneladas para seguir en la senda de los dos grados, frente a las 50 gigatoneladas de la actualidad. Si no se logra el objetivo, añade, cada vez será más difícil lograr el objetivo porque los esfuerzos posteriores serán mucho más duros.

«El acuerdo de París impulsó la acción climática, pero esa dinámica se está debilitando», afirma en un comunicado el ministro costarricense Edgar Gutiérrez Espeleta, presidente para 2017 de la Asamblea de Naciones Unidas para el Medio Ambiente. «Nos enfrentamos a una dura elección: nuestra ambición o sufrir las consecuencias», añade el responsable de la ONU.