Lo dijo David Noguera, presidente en España de Médicos sin Fronteras, en Valencia, durante los días del Aquarius: "Esta gente no viaja, huye". Ese es el único argumento que puede empujar a cualquiera a jugarse la vida en el mar, poniendo su futuro en manos de mafias y dejando a su familia a merced del Mediterráneo. Si en esa huída hay muros, la cosa todavía se complica más. Hasta la fecha eran las oenegés las que ponían el grito en el cielo. Ahora también lo hace la estadística: el bloqueo de puertos en Italia y Malta ha coincidido con el mes con más muertes en el mar. Junio fue devastador. El peor desde que estalló la crisis migratoria, en el 2014.

La agencia de Naciones Unidas responsable de las migraciones es la encargada de poner números y localizaciones a las tragedias diarias del Mediterráneo. Desde el 1 de enero hasta el 10 de julio del 2018, han muerto en nuestro mar 1.422 migrantes, una cifra espeluznante (24 cada día) que, sin embargo, está por debajo de los registros de años anteriores. En el 2017, por ejemplo, a estas alturas ya habían perecido 2.378 hombres y mujeres. Lo más preocupante, y muy vinculado con la actualidad europea, son los números del pasado mes de junio: 629 vidas, el 44,2% del total. Es decir, en un mes casi han muerto la mitad de migrantes que no han alcanzado el (supuesto) sueño europeo. Ha sido el peor junio desde el 2014.

El incendiario Salvini

Lo de estar ligado a la actualidad se explica por la decisión, precisamente el pasado junio, de los gobiernos de Italia y Malta de no permitir que determinados barcos de rescate desembarcaran a los auxiliados en sus puertos. El ministro italiano del Interior, Matteo Salvini, fue y sigue siendo la imagen pública de esa negativa, enfureciendo a las oenegés y a medio mundo con mensajes que muchos han calificado de racistas y chenófobos. Así fue cómo el Aquarius acabó en Valencia con 630 seres humanos a bordo y cómo el Open Arms tuvo que volver a su puerto, Barcelona, para dejar en tierra a otros 30. "Mientras estamos aquí, nadie está salvando vidas en las costas de Libia", se quejaba amargamente la semana pasada el fundador de Proactiva Open Arms, Oscar Camps. Llegó a acusar a determinados líderes de actuar en el Mediterráneo como si fueran "porteros de discoteca que eligen quién entra y quién no".

La estadística de Naciones Unidas deja otro registro para la reflexión: en lo que llevamos de año han muerto 294 personas en el Mediterráneo Occidental (aguas de Marruecos y Argelia), la mayor cifra hasta la fecha. Es más, ninguno de los años anteriores, de enero a diciembre, jamás había alcanzado este número. El 2017 marcó un total de 224 ahogados, por 128 del 2016, 102 del 2015 y 59 del 2014. Puede que esta cifra aumente en los meses venideros, ya que las personas que huyen de sus países es previsible que empiecen a buscar otras rutas migratorias al margen de la costa de Libia, lo que pasaría por la vía turca o por los países alineados físicamente con Francia o España.

En cuanto a la tasa de mortalidad en los intentos de cruzar el Mediterráno, este año ha incrementado al pasar del 1,77% al 1,89%. Eso implica que 19 de cada mil personas que se echan al agua acabarán ahogados.