"Soy psicólogo, si necesitas ayuda, mándame un privado". Con este salvavidas en forma de tuit, el guardia civil Raúl Narváez, de la Compañía de Seguridad Ciudadana de Ceuta, salvaba del suicidio a una adolescente de tercero de la ESO que sufre 'bullying' en Málaga. El agente, que compatibiliza su profesión con ejercer de 'community manager' y de responsable del área psicológica de la Unión de Oficiales de la Benemérita, logró ganarse la confianza de la joven y denunciar un problema que, en este caso, ya tiene solución.

La pasada semana, Narváez volvía a Ceuta desde Madrid. Hacia las 23:30 horas, a bordo de un AVE que le conducía a Málaga como escala previa, lanzó a Twitter un mensaje de su asociación: "Guardias civiles como éstos han hecho y hacen grande a @guardiacivil ¡Viva la @guardiacivil! ¿Nos ayudas? #danosvalor", publicó, con imágenes en blanco y negro de varios rescates del instituto armado. Pretendía dar a conocer el proyecto Danosvalor, pero obtuvo una respuesta que no esperaba: una presunta víctima de acoso escolar que tenía la intención de suicidarse le contestó. "La chica pensaría que era una cuenta oficial o algo así. Tuve la duda de si me tomaban el pelo, pero preferí confiar porque era importante. A través de esta red social, confirmé que sus mensajes mostraban tristeza y desesperación", explica un Narváez que actuó a título personal.

"Empezamos a hablar por DM" y al final la conversación se alargó hasta las casi tres horas. "No quería dejarla sola, me daba miedo que tomara una decisión equivocada", explica. Según este experto (aunque su labor profesional tiene más que ver con "salvaguardar el perímetro fronterizo y la seguridad pública"), lo primero que hay que hacer en estos casos es tranquilizar y no minusvalorar el riesgo. Su objetivo era claro: tratar de que la joven se acostara, que durmiera, que no hiciera tonterías. "No quería dejarla sola hasta verla tranquila. Después, esa noche, no dormí nada", zanja.

Una vez afrontada la primera fase del problema, tocaba ocuparse de la segunda. A primera hora de la mañana siguiente, Narváez contactó con el instituto de la joven (en un pueblo que no identificamos para salvaguardar la seguridad de la muchacha) y explicó a la psicóloga del centro el problema. Ella era consciente de que procedía de una familia desestructurada y tenía ciertos déficits de aprendizaje, pero no sabía ni del caso de 'bullying' ni de sus veleidades autolesivas. Los mensajes que le entregó eran palmarios. Los "Puta, muere", "Tú sabes que estorbas, ni tu madre te quiere", "Suicídate y seremos felices, bicho", "Ballena", "Foca"... Esos wasaps llegaban incluso a altas horas de la madrugada. "El acoso era brutal. Es un caso sostenido en el tiempo, que se agudizó en septiembre tiene episodios este mismo mes de abril y al menos ha durado medio año", cuenta el guardia civil.

La orientadora dio traslado del caso a asuntos sociales y Narváez, ante la gravedad de los hechos, avisó al sargento del acuertelamiento, que activó el protocolo de acoso escolar y entró en contacto con el centro. Tras comprobar que no había ido a clase porque estaba enferma, se dirigieron a casa de la joven, pero no quiso abrirles hasta que no medió Narváez.

Ahora, la adolescente espera hasta que se le conceda una plaza en un centro especializado para el próximo mes de septiembre. Mientras tanto, Rául le hace un seguimiento "a título personal. El tema del suicidio aún lo tiene en la cabeza, y yo lucho por quitárselo".