Hace poco menos de un año, el puerto de Vladivostok fue escenario de un acontecimiento insólito e histórico a la vez: el 'Venta Maersk', un enorme buque portacontenedores especialmente acondicionado para las aguas frías y las condiciones extremas, abandonó la rada de la principal ciudad del Lejano Oriente ruso con destino a San Petersburgo. Pero en lugar de poner proa en dirección sur, atravesando el estrecho de Malaca, el océano Índico, el canal de Suez y bordeando Europa, el navío, tras hacer un par de escalas, se dirigió hacia el norte con una carga de pescado y aparatos electrónicos surcoreanos a bordo, atravesando el estrecho de Bering a principios de septiembre, navegando entre los hielos del océano Ártico y cumplimentando en cerca de un mes una singladura que, de otra forma, hubiera requerido, entre 15 y 20 días adicionales.

"Este viaje nos ha permitido adquirir una excepcional experiencia operativa, testear los sistemas del barco y las capacidades de la tripulación, así como la funcionalidad del apoyo logístico en Tierra", declaró entonces entusiasmado Palle Laursen, director técnico de Maersk, la compañía de transporte martítimo de mercancías más grande del mundo. Y aunque por aquel entonces los portavoces de la naviera danesa quitaron hierro a las expectativas creadas, asegurando que la ruta aún carecía de "viabilidad comercial", este año Maersk ha anunciado la existencia de conversaciones con Rosatomflot, empresa rusa encargada de gestionar los rompehielos a propulsión nuclear, para ofrecer algunos servicios "dada la creciente demanda para el transporte de bienes desde el Lejano Oriente hacia Rusia occidental".

El calentamiento global posibilita lo que fue una quimera

Es precisamente el calentamiento global, con el consiguiente incremento del periodo de tiempo en que la ruta está libre de hielo y es navegable, lo que está convirtiendo en una posibilidad algo que, hace menos de un decenio, era poco menos que una quimera, según coinciden los expertos. "Dependiendo de los años, de la temperatura y del estado del hielo, la media actual de tiempo en que los barcos pueden navegar sin la ayuda de rompehielos, es de tres meses, es decir, julio, agosto y septiembre", asegura Mijaíl Makarov, director del Instituto Biológico Marino de Murmansk, el principal puerto ruso del océano Ártico. El calentamiento de la región es un hecho que comprobamos "en el incremento de la temperatura del mar y en otros parámetros", constata telefónicamente Vladímir Pavlenko, director del Centro para el Estudio del Ártico.

La denominada Ruta Marítima del Norte (NSR, por sus siglas en inglés) tal y como la define la legislación rusa, transcurre desde el mar de Barents, cerca de la frontera con Noruega, hasta el estrecho de Behring, que separa Siberia de Alaska. Dadas las características extremas de la región, hasta hace bien poco era transitada principalmente por buques especiales para transporte de metales, petróleo y gas licuado desde los puertos de Siberia, donde se extraen hasta sus mercados, en muchas ocasiones acompañados de rompehielos. Pero las cosas han cambiado y las autoridades de Rusia ven ahora, en la apertura de la NSR para el tráfico marítimo de mercancías entre Asia y Europa, grandes oportunidades económicas. Y en cada ocasión que se tercia, sus responsables no dejan de destacar las ventajas de este tránsito ante los medios de comunicación.

Menor distancia y costo

En un estudio ya célebre realizado hace un par de años, Vladímir Lazarev, de la Academia de Ciencias Rusas, y Andréi Fisenko, de la Universidad Estatal Marítima de Vladivostok, detallaron las supuestas ventajas de la NSR frente a la alternativa sur, entre las que se encuentra una menor distancia entre Europa y Asia, -de Shangái a Hamburgo los barcos utilizando la opción norte recorrerían 8.400 millas naúticas frente a 12.400 de los que emplean el canal de Suez- con la consiguiente reducción en el tiempo de viaje en aproximadamente un tercio. Además, los costos en seguros para el transporte serían muy inferiores, dado que los barcos evitan zonas conflictivas como Oriente Próximo o costas donde es frecuente la actividad de piratas, como Somalia o el estrecho de Malaca. Incluso es posible fijar científicamente y con gran antelación las fechas exactas en las que la navegación será posible cada año. "Tenemos un modelo que determinar cada año cuando la ruta está libre", destaca Makarov.

Pero más allá del idílico cuadro que presentan científicos y políticos en Rusia, existen aún innumerables obstáculos para que todo ello se materialice. Según admite la Fundación Roscongress, dedicada a impulsar el potencial económico ruso, es urgente la "modernización" de la "infraestructura en tierra", concretamente en los puertos del norte del país, para poder dar servicio al creciente número de buques que atravesarían las aguas próximas y poder afrontar emergencias, como vertidos de combustible o llamadas de socorro, en el caso de que se produzcan. La pesada y poco eficaz maquinaria burocrática rusa a la hora de obtener los permisos también constituye un problema de calado. de hecho, algunos capitanes con experiencia en la navegación en el Ártico lo han definido como "el principal problema" para la explotación de la ruta.