«El cultivo de olivos en la península de Salento (en la región italiana de Apulia) se acabó». Esta pesimista sentencia, pronunciada hace pocos días por el estudioso italiano Donato Boscia, sintetiza hasta qué nivel ha escalado la alerta en Italia por la Xylella fastidiosa, la mortífera bacteria que ahora también ha llegado a Baleares, donde las autoridades han activado controles para evitar su propagación. Un desastre para los agricultores italianos que el año pasado apenas produjeron 298 millones de kilos de aceite, con una caída del 38%, uno de los peores resultados de su historia y el motivo de la subida de los precios de este producto en el país, según datos del consorcio Coldiretti

La enfermedad, ya detectada en el continente americano y cuya propagación las autoridades italianas empezaron a registrar a partir de 2013 -aunque no faltan quienes denunciaron la presencia de Xylella incluso en el lejano 2008-, a día de hoy continúa alimentando un debate que divide a políticos, científicos, agricultores y tecnócratas italianos y europeos. Las razones son múltiples. La primera es que la pandemia del llamado ébola de los olivos, que ya afectó a alrededor de un millón de ejemplares en la región sur de Italia -en su mayoría, de Apulia-, no se ha detenido. Más bien lo contrario. Tanto que entre noviembre y enero pasados se detectaron nuevos casos en la isla de Sicilia e incluso en el norte del país, precisamente en la región de Liguria, fronteriza con Francia.

Tala cuestionada

La situación pone en entredicho la principal acción emprendida hasta ahora para acabar con la bacteria: la tala no solo de los árboles contaminados, sino también de todos los sanos situados en 100 metros a la redonda del ejemplar infectado, como exige el protocolo de prevención de la Unión Europea. El problema es que la medicina recetada desde Bruselas y avalada por Roma no arroja resultados definitivos sobre las causas del contagio masivo en Italia.

Tanto es así que desde el 2015 la fiscalía de Lecce (Apulia) mantiene abierta una investigación -aún en curso- basada en el argumento de que no todas las plantas contagiadas por Xylella se han secado y han muerto. «El marchitamiento rápido de los olivos no parece estar solo relacionado con esta bacteria», ha dicho el fiscal jefe de Lecce, Cataldo Motta. «Hay hongos que producen síntomas similares», añadió.

Más aún. Que puedan existir otros patógenos causantes de las desecaciones no es tampoco la única objeción de Motta. Según el magistrado -que ha contratado a un equipo de científicos para su investigación-, otro aspecto es que varias unidades infectadas se encuentran en terrenos cuyo ecosistema ha sido degradado por el uso excesivo de pesticidas. Algo que está en el origen de un «empobrecimiento biológico de los terrenos y disminución de las defensas inmunológicas de las plantas», neutralizando los efectos de las talas.

En Baleares, la Guardia Civil ha aumentado los controles para evitar la propagación de la bacteria, que ha obligado a arrancar un centenar de frutales, olivos y arbustos en Mallorca e Ibiza. A causa de la alerta, ya se ha activado el protocolo de contención de la bacteria, que consiste en la controvertidas talas.