Antonio Méndez Esparza presenta a competición en San Sebastián su segunda película, 'La vida y nada más', un desgarrador retrato de la América más desfavorecida.

¿Por qué decidió usted, un madrileño de raza blanca, hacer una película sobre la comunidad negra estadounidense? Yo ahora vivo en una pequeña localidad de Florida, y la primera vez que entré en unos almacenes Walmart fue un 'shock'. Descubrí una América muy depauperada, hecha de gente que se mata a trabajar pero aun así sufre unas necesidades increíbles. Esa es la realidad que quise retratar, a través de la historia de una madre soltera. No he querido hacer un alegato racial.

En todo caso, ¿qué le enseñó la película sobre lo que significa ser negro en América? He comprendido que la sociedad americana no es tan heterogénea como nos creemos. Está muy segmentada, y la comunidad afroamericana sigue segregada. Y esto no lo ha causado Trump: siempre ha sido así. Y mientras hacía el 'casting' me encontré con historias terribles de desigualdad y marginación.

Más que una historia al uso, 'La vida y nada más' parece una sucesión de pedazos de vida. Muchas escenas surgieron a partir de lo que la realidad nos iba proporcionando. y eso hace que la película no tenga una estructura muy cerrada. Yo huyo del exceso de preparación, y siempre encuentro la película mientras la estoy rodando.

Su primera película, 'Aquí y allá', fue premiada en Cannes. ¿En qué medida afectó eso la producción de la segunda? Me ha costado muchísimo hacerla. He podido porque la universidad en la que doy clases nos prestó el equipo, y porque mi productor está loco. Tras el premio pensé que todo iba a ser más fácil, pero la realidad se encargó de bajarme los humos. No tengo más opción que hacer cine modesto. Pero me gusta, me permite ser libre.