El año pasado 481 personas fallecieron ahogadas en toda España. De ellas, 24 tenían menos de 14 años y sus muertes podían haber sido "totalmente evitables". ¿Cómo? Con prevención. La Federación Española de Salvamento y Socorrismo (RFESS) y la Asociación Nacional de Seguridad Infantil reclaman al Gobierno que conceda la misma importancia a los ahogados que a las víctimas de tráfico [1.200 fallecidos en 2017]. Ambas entidades exigen campañas ministeriales que muestren los riesgos que conlleva el agua, especialmente entre los menores, con los que cualquier despiste puede ser mortal. Solo así -advierten- se provocará un cambio de mentalidad.

En lo que va de año, 122 personas (seis de ellas tenían menos de 17 años) han muerto ahogadas en playas, piscinas, ríos, pantanos y embalses. En el 95% de los casos, el fallecimiento se produjo en lugares donde no había vigilancia o el socorrista estaba fuera de turno. Dentro de la gravedad, los datos confirman una mejoría respecto del 2017, año especialmente negro en el que se registraron 16 víctimas mortales menores de edad en los seis primeros meses.

Además de los 481 muertos por ahogamiento en el 2017 hay que añadir otros 106 fallecidos en espacios acuáticos de los que se desconoce las circunstancias y otros 20 que desaparecieron (en ningún caso están incluidos inmigrantes a bordo de pateras). En total, 607 personas perdieron la vida en playas, piscinas y ríos. "Son datos muy preocupantes. Necesitamos una acción por parte del Gobierno", exige Jessica Pino, responsable del informe anual de ahogamientos que realiza la Federación de Salvamento y Socorrismo.

Estadísticas oficiales

No se trata de datos oficiales, sino de cifras recogidas por las asociaciones que, de manera altruista, luchan contra la inseguridad en el agua. "Las estadísticas ministeriales -que se elaboran con dos años de retraso- no diferencian entre los menores que se ahogan en una piscina o los que tienen un accidente con una bolsa de plástico. Esa sería la primera medida que el Gobierno debería adoptar: realizar estadísticas serias como hace la Dirección General de Tráfico con las víctimas en la carretera", explica Mariángeles Miranda, vicepresidenta de la Asociación Nacional de Seguridad Infantil. "Nuestro objetivo es que Sanidad decrete medidas para concienciar a la población. No es lógico que padres y madres busquen seguridad absoluta en sus coches y compren sillitas especiales para sus hijos y, sin embargo, cuando llegan a la playa o la piscina no toman las mismas precauciones", se queja Pino.

A falta de mensajes ministeriales, las entidades involucradas en la prevención de los ahogamientos llevan un par de años lanzando campañas veraniegas con especial atención a los menores. #OjoPequeAlAgua y #StopAhogados se dirigen a padres y madres para recordarles que la primera medida de precaución es estar siempre vigilando a los pequeños y no perderles de vista en un solo momento. Especialmente, en las piscinas privadas, donde se producen la mayoría de los ahogamientos infantiles. Hay que estar pendientes tanto de los bebés que no saben nadar (ni flotar) como de los niños que están aprendiendo o ya saben. "Un menor se puede ahogar en cuestión de segundos, lo que tardamos en mirar la pantalla del móvil", destaca Miranda. "A todos nos gusta hacer vida de adulto e ir al chiringuito, tomar algo, ver el móvil, mandar una foto a un familiar, hablar con otros padres… Pero si tenemos niños a nuestro cargo debemos ser los guardianes del agua con ellos y estar a su lado en todo momento", añade la experta, que pide a los adultos que jamás caigan en la tentación de pensar que a ellos no les va a pasar nada.

Federación de Salvamento

"Los socorristas que hay en las piscinas no son canguros. Los padres y las madres no pueden desentenderse de los pequeños porque son su responsabilidad y cualquier despiste puede desembocar en tragedia", añade Pino insistiendo en lo extremadamente peligroso que es estar pendiente del móvil en la playa o la piscina. De hecho, uno de los anuncios de la Federación de Socorristas muestra a una niña pequeña que le reprocha a su padre que si está pendiente de su smartphone no lo está de ella. "Da igual que estemos en la orilla de la playa o en una piscina con poca profundidad. En 10 segundos, el niño o la niña puede volcar y en 27 segundos se puede ahogar", recuerda Pino.

"El verano es para bañarse y divertirse, por supuesto. Hay que disfrutar del agua. Pero con menores a tu cargo tienes que estar siempre alerta", afirma la responsable del informe anual de ahogamientos de la RFESS. "A lo largo del año los padres se quejan de que no tienen tiempo para conciliar vida laboral y familiar, pues aprovechemos el verano para estar con ellos", añade Miranda.

Bebés y niños de 10 años

El colectivo más vulnerable en el agua son los bebés y los niños de hasta 5 años. No saben nadar (en algunos casos tampoco flotar) y eso hace que los adultos deban extremar las precauciones. “Entre los 5 y los 10 años también existe mucho riesgo porque están en plena etapa de reafirmación de la personalidad y no hacen más que demostrar lo ‘valientes’ que son, lo mucho que aguantan bajo el agua o la capacidad que tienen para tirarse al mar o la piscina desde cualquier sitio”, explica Miranda.

Chaleco infantil para el agua en cuyas advertencias se lee que no protege contra el ahogamiento

Ambas expertas insisten en que ni flotadores ni manguitos protegen contra el ahogamiento. Tampoco los chalecos, aunque son, en su opinión, el método preventivo más eficaz. "Los padres tienen que dar ejemplo y enseñar a sus hijos que siempre han de seguir las indicaciones del socorrista. También tienen que respetar el color de la bandera y no tirarse desde cualquier acantilado peligroso", advierte la responsable de la RFESS, entidad que suele visitar colegios para inculcar a los más pequeños nociones básicas de seguridad en el agua.

Regulación en piscinas

Además de exigir campañas específicas, los expertos reclaman al Gobierno una mayor regulación, sobre todo en piscinas privadas. Miranda, auditora de seguridad infantil en colegios y hogares, recomienda las vallas homologadas como primera medida de precaución. Sin embargo, es un tema complicado porque depende no solo de la normativa de cada comunidad autónoma sino de cada comunidad de vecinos. Las piscinas municipales, mientras, están reguladas desde el punto de vista de la higiene, la calidad del agua o la presencia de un socorrista, pero ninguna tiene valla, se queja la experta. Miranda recuerda cómo en Francia la entrada en vigor en 2003 de la ley Raffarin -que obligó a vallar todas las piscinas públicas y privadas- hizo que los niños fallecidos por ahogamiento en esos recintos se redujeran en un 75%. La norma lleva el nombre del senador que la impulsó y cuyo hijo murió ahogado en una piscina.