El águila-azor perdicera o águila de Bonelli, una rapaz emblemática de los ambientes mediterráneos, es poco prolífica porque apenas dispone de rivales naturales. Como otros muchos depredadores, la naturaleza la ha hecho así -fuerte y longeva, pero con escasa descendencia- para no perturbar el equilibrio del bosque. En las últimas décadas, sin embargo, los omnipresentes tendidos eléctricos han cambiado la situación y ahora la especie está amenazada.

Según análisis realizados por el equipo del profesor Joan Real en la Universitat de Barcelona (UB), el 61% de las águilas de Bonelli fallecidas en Catalunya entre los 1990 y 2014 murieron por esta causa. Otro 17% fue debido a disparos, mientras que el resto se reparte entre colisiones accidentales, envenenamientos, ahogamientos y causas naturales. Entre 1960 y 1989, los decesos atribuidos a la electrocuciones habían sido solo el 20%.

Las aves mueren carbonizadas cuando abren las alas y tocan dos estructuras o cables

El problema para las aves de tamaño medio o grande es que cuando se posan en un tendido y abren sus alas pueden tocar dos cables o estructuras de las torres, lo que acaba cerrando el arco eléctrico. "Acaban carbonizadas. Prácticamente no sobrevive ninguna", relata Manuel Galán, biólogo de Grefa, asociación especializada en la recuperación de aves halladas heridas. Muchas se quedan colgando en los cables. Otras caen muertas en la base de los postes.

Trabajos de adecuación de una torre eléctrica en la Noguera para frenar la mortalidad de aves. / AGENTES RURALES DE LA GENERALITAT

Las perdiceras se han visto particularmente afectadas, pero el problema afecta a muchas otras especies de águilas, buitres, ratoneros, gavilanes, búhos reales, cuervos, cigüeñas... "Las poblaciones de algunas rapaces están condicionadas por las muertes por electrocución", sintetiza Real. Francesc Coll, jefe de los Agentes Rurales (Departament d'Agricultura) en la comarca de la Noguera, añade que con toda seguridad la mortalidad detectada "es solo la punta del iceberg". Muchas aves nunca se encuentran y acaban descomponiéndose; otras son devoradas por zorros...

David de la Bodega, especialista de SEO/Birdlife, explica que el problema fundamental es que el real decreto del 2008 que establecía las obligaciones de los propietarios para la corrección de los apoyos o torres eléctricas que pudieran ser perjudiciales quedaba supeditado a que el ministerio estableciera una ayuda financiera. "Cuando son requeridas, las compañías alegan que mientras no tengan esa financiación no están obligadas a arreglar las torres", dice. Y algunos tribunales lo han reconocido en este sentido.

En el caso de Cataluña, eso ha supuesto que "prácticamente no se haya hecho nada en los últimos años", lamenta Real. En fechas recientes, la mayoría de las actuaciones se han realizado gracias a la insistencia de los Agentes Rurales o de algún municipio a título particular.

Resquicios legales

Sin embargo, las nueve asociaciones unidas en la plataforma SOS Tendidos buscan caminos alternativos para acelerar la resolución del problema. Uno es la ley de responsabilidad ambiental del 2003, que también establece que los operadores eléctricos están obligados a limitar las actividades que puedan tener un impacto sobre la avifauna. Con este argumento, una sentencia en Valencia del año pasado obligó a reparar un tendido.

También se buscan posibles vulneraciones del Código Penal. Con la colaboración del Seprona de la Guardia Civil y de los forestales o agentes rurales de algunas comunidades autónomas se ha creado una "red de alerta de electrocuciones", dice De la Bodega. El objetivo es que, cuando las autoridades detecten algún punto negro, se pongan en contacto con la fiscalía para que advierta a las compañías de que su tendido eléctrico ocasiona una gran mortalidad de aves y de que deben corregirlo. "Serían entonces responsables por emisión de delito", dice el especialista de SEO/Birdlife.

Búsqueda sistemática en la Noguera

Francesc Coll explica que los Agentes Rurales de la Noguera realizan desde el año 2012 itinerarios sistemáticos en busca de aves electrocutadas. También buscan si hay torres y tendidos potencialmente peligrosos. Como cubrir a pie una comarca tan grande es complicado, los agentes están muy atentos a los avisos de los vecinos y de las redes sociales, reconoce. "Cuando hay un poco de presión social, cuando les comunicamos que hay un problema, las eléctricas suelen reaccionar positivamente", prosigue el responsable de los Agentes Rurales. "En el 2017 se cambiaron 25 postes a instancia nuestra", destaca.

Real explica que los tendidos más problemáticos son las líneas de muy alta tensión, sino generalmente líneas de distribución con los cables más cercanos entre sí. El investigador de la UB insiste en que pequeñas mejoras en los postes pueden tener un efecto capital. Esencialmente, lo que se hace es cambiar la posición de los aislantes o bien colocar unos soportes seguros para que las rapaces se posen en ellos y no toquen los peligrosos. "Para cambiarlos no es necesario parar la distribución eléctrica -dice Coll-. Es cierto que se necesita personal especializado, pero tampoco es tan costoso". También se pueden colocar salvapájaros, balizas de colores para ahuyentar a las aves.

En cualquier caso, De la Bodega recuerda que no todas las soluciones técnicas son igual de buenas. Una opción muy habitual es colocar un revestimiento de plástico en los cables más cercanos a los postes para evitar que se forme el arco eléctrico. "El problema es que no aguantan las condiciones climáticas", dice. "Se han puesto miles de forros en España y ahora se dan cuenta de que no van bien", concluye Real.