Todo sucedió muy rápido. El cambio fue de vértigo. Salvador era un niño tan bonachón que, medio en serio medio en broma, la familia lo apodaba 'San Salvador'. Por eso, nadie entendía por qué el niño se había vuelto respondón y malhumorado. Poco después las quejas comenzaron a llegar desde la escuela. Decían que no era puntual, que cometía faltas de disciplina y que estaba distraído. "Empezó a no ser él. No lo reconocía. Vivía en casa con un desconocido", cuenta su madre. La razón de esta transformación de personalidad se supo cuando la familia descubrió que antes de ir a clase se iba a fumar marihuana con otros compañeros. Tenía solo 12 años.

Salvador F. recuerda muy bien su primer cigarro de 'maría'. "Yo quería probar qué se sentía y una tarde quedé con un amigo para consumir", explica. La experiencia le gustó. "Me sentí mejor, más a gusto", cuenta. No tardó en repetir y al cabo de una semana volvió a fumar de nuevo "con otros colegas más mayores". Estaba estudiando 1º de la ESO y antes de iniciar las clases matinales en la escuela, él ya se había fumado el primer porro de la jornada. Llegó hasta los seis diarios. En total 20 euros a la semana. "¿Que de dónde los sacaba? Del dinero que tenía ahorrado, yo no me gastaba nada que no fuera mío", se justifica.

Una lesión deportiva

La marihuana "le ayudaba emocionalmente", aclara Cristina Delgado, terapeuta y técnica en prevención de Proyecto Hombre. La madre añade que en esa época su hijo se desnortó:" Se lesionó y tuvo que dejar de practicar deporte. Le afectó mucho y buscó una válvula de escape". Cambió de amigos, compadreó con los que fumaban y rompió con la novia aunque más tarde se reconcilió.

De los adolescentes y jóvenes, de entre 13 y 21 años, que acuden a la oenegé Proyecto Hombre, el 81% presentan "un consumo problemático de cannabis, combinado con tabaco y alcohol". Los últimos datos de la Encuesta sobre Alcohol y otras Drogas en España, del Ministerio de Sanidad, también apuntan en la misma dirección y concluyen que "se estabilizan o disminuyen los consumos de todas las drogas, excepto el cannabis". El consumo de esta sustancia entre los 15 y los 17 años duplica el de los mayores de 35. El mismo sondeo, difundido el pasado mayo, pone de manifiesto que 2,2 millones de españoles habían fumado cannabis en el último mes. El retrato de este consumidor es el de un hombre (74%), de entre 15 y 34 años (60%), que consume una media de 2,5 porros diarios.

En voz alta

C. R. G., la madre, da las iniciales para aportar su testimonio. Sin embargo, en seguida rebobina: "Ponme Cristina porque quiero ocultar mi nombre. Hay que ser valiente y explicarlo en voz alta". C. o Cristina cuenta el mazazo familiar que supuso constatar que el pequeño de la casa consumía droga. "Lo peor no fue eso, fueron los reproches que me hizo. Me dijo que había tenido una infancia terrible, que todo era una mierda y que había tenido unos pésimos padres", recuerda. "Y creo que fue así", se ratifica el menor durante la conversación que mantuvo este diario con él y su madre en el centro de desintoxicación a las afueras de Montgat (Maresme).

De aquellos días Cristina recuerda que "la convivencia en casa se tornó dura. Lo de su infancia me dio mucha tristeza porque yo tenía la sensación de que me había volcado con él. Mi otro hijo está enfermo y no quería que Salvador tuviera carencias porque me dedicara más a su hermano que a él", narra la progenitora. Los padres se separaron y apenas intercambiaban palabras "solo por e-mail", pero el problema de Salvador los ha aliado para luchar juntos y sacar del agujero a su pequeño.

Salvador era un chaval antitodo. Estaba en contra del tabaco, del alcohol… "Hasta tal punto que cuando yo me encendía un cigarro me perseguía por toda la casa hasta que lo apagaba", afirma la madre. "No hacía falta que le pusieramos límites porque nunca se los saltaba", dice. Pero el cannabis lo trasformó. Del chaval simpático, responsable y, según la mamá, "la alegría de las reuniones", solamente quedaron rescoldos.

Salvador fue, mejor dicho lo llevaron, a la fundación en junio del año pasado para iniciar el proceso de desintoxicación. Tenía 13 años. "Entonces ya llevaba casi un año consumiendo", explica Delgado. Él no quería que lo trataran. De hecho, la familia tuvo que hacer tres intentonas hasta lograr que Salvador iniciara el proceso. "El primer día ni siquiera quiso salir del coche que lo acercó al centro", cuenta la terapeuta. "Es que pensaba que solo te trataban si habías tocado fondo y yo creía que a mí no me pasaba nada", explica mientras mordisquea la cremallera de la chaqueta y se sube el cuello hasta la nariz como si quisiera taparse la cara. Sin embargo, el gesto obedece a que estaba en la cama, con fiebre, y se levantó para hablar de su experiencia. Ahora tiene 14 años y cursa 2º de la ESO y está ya en la línea de salida del tratamiento. "El problema no es tanto la cantidad que fuman sino cómo les afecta el consumo", dice Delgado. Y a Salvador le afectaba. A su madre lo que realmente le afecta es que haya padres que no lleven a sus hijos a tratamientos de desintoxicación "porque el consumo de cannabis es brutal", concluye.