Aunque sigue habiendo una tendencia a ver que acudir a terapia es un síntoma de debilidad, cada vez son más personas que confiesan ir al psicólogo. Es un acto de fortaleza reconocer que necesitamos ayuda: nos fortalece y nos dota de mejores herramientas para ser capaces de enfrentar situaciones complicadas.

¿Cuándo necesito ayuda? ¿Mi problema es normal? El perfil del paciente evoluciona, la psicología se adapta y se normaliza. Consultas por videoconferencia y sin diván marcan la nueva tendencia. Y es que el psicólogo ya no es cosa de locos.

El perfil del paciente

Un 37% de las consultas de psicología se centran en personas jóvenes, de entre 25 y 35 años. Un perfil que buscar superar el estrés, rebajar la exigencia y mejorar en autoestima. También se preocupan por el manejo emocional y las relaciones de pareja.

Otro tercio de las consultas se dedica a los niños y adolescentes. Aparecen problemas de aprendizaje y, sobre todo, de conducta.

El último tercio es ya el dedicado a problemas más graves y en los que sí aparece una patología más definida, como es la depresión, el trastorno obsesivo compulsivo o la ansiedad generalizada.

No todo es enfermedad

La visión clásica nos dice que solo en el caso de sufrir una enfermedad un psicólogo puede ser beneficioso. Si vivimos una depresión o agorafobia es cuando la terapia podría ayudarnos. Por eso, cuando una persona dice que acude al psicólogo, solemos asociarlo a enfermedades mentales. Sin embargo, solo un tercio de las consultas pueden clasificarse dentro de una patología.

Esta visión poco a poco se va superando. Cada vez son más las personas que conocen que sin tener una enfermedad concreta, pueden llegar a tener un malestar que les haga pedir ayuda.

¿Necesito ayuda?

Tendemos a confundir malos momentos con la necesidad de acudir a un psicólogo. En muchos casos, los problemas de la vida cotidiana son superables simplemente con tiempo. Estrés laboral, por ejemplo, se debe, algunas veces, a una etapa. Pero no siempre es así. Cuando no contamos con las herramientas necesarias y las situaciones son cíclicas, nos encontramos ante la necesidad de ir al psicólogo. ¿Y qué puede aportarme un psicólogo?

- Gestión emocional. Conocer nuestras emociones, aceptarlas y saber usarlas es una de las necesidades en terapia. Estamos pasando a una sociedad cada vez más abierta en el que las emociones que se nos demandan no siempre han sido enseñadas.

- Distorsiones cognitivas. Los pensamientos automáticos manejan nuestros pensamientos y nuestro comportamiento. Estos pensamientos que nos definen son fruto de la experiencia y la educación. Y, muchas veces, son los mayores limitantes.

- Afrontar el estrés. Manejar la ansiedad, trabajar bajo presión o desenvolverse de forma flexible en el mundo laboral. Nuestro trabajo es el centro de nuestra vida y puede llegar a sobrepasarnos.

- Manejar los problemas diarios. Contamos con un abanico de herramientas que no siempre es funcional. La psicoterapia está destinada a analizarlas, modificarlas y generar unas nuevas más adaptativas.

No hay diván

El diván es el símbolo más asociado al psicólogo. Sin embargo, este elemento está solo vinculado a las corrientes humanistas, como el psicoanálisis, y cada vez más en desuso.

La terapia se actualiza y evoluciona como evoluciona la sociedad. Desde consultas por Skype hasta apps que monitorizan nuestro estado emocional. Y, aunque solo pueda adaptarse a un público concreto, la tecnología está cada vez más orientada a la psicología y la terapia.

El psicólogo ya no es cosa de locos, sino que se asocia de forma directa con nuestro estilo de vida.