No le cojas tanto en brazos, que le estás malcriando y se acostumbrará». Todas las mamás primerizas y todos los papás primerizos escuchan este mantra de boca de familiares, amigos, vecinos y desconocidos que alegan los presuntos beneficios de criar bebés más «independientes». Puede que esté dicha con buena intención, pero la frase no puede ser más errónea. Achuchar bebés, cogerles, besarles y hablarles hace que crezca su cerebro. Así que cuanto más lo hagas, mejor padre y madre serás. No lo dicen solo los gurús de la crianza con apego. Lo confirma la ciencia.

«Los bebés necesitan que les hables, les toques e interactúes con ellos. De esa manera estás favoreciendo las conexiones neuronales [que reciben el nombre científico de sinapsis]. Tiene que haber estímulos para que las neuronas se conecten. Hasta los tres años, y sobre todo en los primeros meses de vida, se producen entre 700 y mil conexiones neuronales por segundo. Si no interactúas con tu bebé ¿qué estímulos va a recibir? ¿Cómo va a aprender a hacer cosas?», explica la médico, pediatra y neuropediatra María José Mas, autora de La aventura de tu cerebro. «Cuando una mamá o un papá achuchan, abrazan, besan y hablan con su bebé le están proporcionando experiencias que le van a permitir generar esas conexiones. Tienen que ofrecer esos estímulos con cariño y sin estrés. Cuando tú hablas a tu crío, tu objetivo como padre -aunque sea inconsciente- es que aprenda a hablar también», continúa la experta.

Los bebés -de hecho- están «programados» para que se les achuche y se les abrace. Su fisionomía está diseñada para eso, algo que fue descrito científicamente por el médico Konrad Lorenz. El Kindchenschema (el esquema de los niños) responde a una cabeza grande respecto al cuerpo, brazos y piernas rechonchas, nariz y barbilla pequeñas, ojos grandes y piel suave. Estas características dan al bebé un aspecto frágil e indefenso que despierta ternura. «Pasa también con los animales, ya sea un perrito cachorro o un tigre recién nacido. Cuando un niño, o un animal, tiene un aspecto frágil desencadena, en la mayoría de personas, sobre todo en las que están en edad fértil, un instinto de protección. Cuanto más próximo a ti es el bebé más instinto de protección se desencadena. Tengamos en cuenta que un bebé es un ser indefenso que no puede ni cambiar de postura», describe la doctora Mas, responsable del área de Neuropediatría de la Xarxa Sanitaria i Social de Santa Tecla.

Hablar con el niño es darle la oportunidad de aprender el lenguaje. Desde la más tierna infancia, cuanto más se expone a los críos a nuevas palabras, mayor es su vocabulario. «Los padres no solemos saber qué decirle a un bebé que no responde. Pero puedes hacer muchas cosas: describir lo que ves en la habitación, explicarle qué estás cocinando o lo que has hecho en el trabajo», afirma el psicólogo Álvaro Bilbao en El cerebro de los niños explicado a los padres.

La evidencia científica demuestra que el contacto físico es fundamental para el desarrollo humano. En el caso de los bebés prematuros, a los problemas estrictamente médicos que sufren se suma el riesgo de que sus madres y padres no desarrollen de forma inmediata el vínculo porque su aspecto no cumple las expectativas de lo que se supone que tiene que ser un bebé: rechoncho y achuchable. Existe el peligro de que los progenitores puedan, incluso, rechazar al recién nacido. De ahí la importancia del método canguro o piel con piel. «Sostener a un bebé prematuro y ponérselo encima les ayuda a regular la temperatura. Además, es un lugar cercano para ellos por los olores y los sonidos del cuerpo de la mamá», advierte la autora de La aventura de tu cerebro.

La importancia vital de tocar a los bebés se refleja en la película francesa En buenas manos, que se acaba de estrenar en los cines y que narra el emocionante proceso de adopción de un recién nacido. La madre biológica lo da en adopción. No lo quiere ver ni tocar después del parto. Tampoco le habla, así que el crío se queda sin ese primer afecto. Una película que aborda cómo reaccionan los niños pequeños al lenguaje verbal o a su ausencia.