Uno de los peores escándalos de la iglesia católica alemana se ha hecho aún más profundo. Hasta 547 niños y niñas del coro de la catedral de Ratisbona, en el sur de Alemania, fueron violados y agredidos indiscriminadamente por profesores y sacerdotes de la institución diocesana entre 1953 y 1992. Así se desprende del informe final de una investigación, una conclusión aterradora que llega siete años después de que se diese a conocer el caso.

Como ha apuntado Ulrich Weber, el abogado que ha llevado a cabo la investigación por encargo del obispado, unos 500 menores fueron víctimas de agresiones físicas mientras que, en al menos 67 casos, también hubo vejaciones sexuales y violaciones. A estos casos hay que añadir la privación de comida, un castigo usado contra los alumnos.

Eso significa que uno de cada tres escolares fue agredido durante años. La mayoría de ellos eran estudiantes de tercero y cuarto de primaria. «Los afectados describieron sus años escolares como una prisión, como un infierno y como un campo de concentración. Muchos se referían a esos años como la peor época de su vida, caracterizada por el miedo, la violencia y el desamparo», ha señalado el letrado.

Además de suponer un duro golpe contra los abusos perpetrados por la Iglesia católica alemana, la envergadura del escándalo también señala con el dedo a una de las figuras más prominentes de esa rama del cristianismo en el país. Georg Ratzinger, hermano mayor del Papa emérito Benedicto XVI, fue director del coro entre 1964 y 1994, periodo en el que se perpetraron la mayoría de abusos.

Tras diez años de investigación, el número de afectados por los macabros métodos se ha disparado. «Se empleaba un sádico sistema de castigo relacionado con el placer sexual», aseguró entonces el compositor Franz Wittenbrink al semanario Der Spiegel. Ahora, las víctimas serán indemnizadas con hasta 20.000 euros por los abusos que sufrieron durante 39 años.

Por si el escándalo no fuese ya lo suficientemente mayúsculo, la implicación del hermano mayor de Benedicto XVI le ha proporcionado una dimensión internacional. A pesar de que todos los dedos le señalan, Georg Ratzinger ha salido al paso de las críticas remarcando que las agresiones «nunca fueron discutidas» durante su mandato. «Si hubiera conocido los excesos de violencia que se estaban utilizando, habría hecho algo. Al principio, yo también daba algunas bofetadas, pero siempre tuve mala conciencia y pido perdón por ello», aseguró a la prensa alemana en el año 2010.