Fueron unos chavales del pueblo quienes, siguiendo el rastro de unos murciélagos en enero de 1959, se adentraron en una grieta en la montaña y toparon de bruces con una enorme sala llena de extrañas formaciones rocosas. Sin quererlo, habían dado con uno de los mayores yacimientos arqueológicos de la Europa Mediterránea. La cueva de Nerja, que fue declarada Bien de Interés Cultural en 1985 y es uno de los escasos monumentos naturales con interés geológico, recibe unos 430.000 visitantes al año.

Con formaciones geológicas datadas hace 800.000 años, sus salas fueron ya conocidas por grupos prehistóricos desde hace más de 45.000 años, aunque su uso más continuado se habría producido hace 25.000, desde el Paleolítico superior. Esa es la fecha en la que se datan las manifestaciones artísticas más antiguas descubiertas en sus cerca de cinco kilómetros de galerías.

Los vestigios apuntan a un intenso uso funerario durante el Neolítico y la Edad del Cobre. Pero sin duda, su principal atractivo es la galería de arte prehistórico, ya que es una de las cuevas más decoradas del continente europeo. En sus entrañas alberga miles de evidencias de pigmentación y cientos de signos y dibujos. Junto a representaciones esquemáticas de figuras humanas, el bestiario incluye ciervos, ciervas, caballos, cabras y hasta peces y focas. Lo cual genera dudas sobre su antigüedad, ya que algunos estudios con carbono 14 de los restos orgánicos usados en las bases de esas pinturas las fechan entre 35.000 y 43.000 años atrás, en la época neandertal, de los que hasta ahora no se conocían manifestaciones artísticas. También hay vestigios de un primitivo código de trazos y puntos que podría ser uno de las primeras formas de comunicación gráfica de la humanidad.