Lejos del ruido y de la contaminación, respire y disfrute de la naturaleza en algunos de los parajes más encantadores e imponentes de España.

Río Tinto (Huelva)

Una explosión de color -amarillo, rojo, ocres...- deslumbra al visitante de Río Tinto, un paisaje marciano y protegido único, tanto por su belleza cromática como por sus excepcionales condiciones ambientales e históricas. Alrededor del curso alto se sitúa el mayor yacimiento minero a cielo abierto de Europa, que ya fue explotado por tartesios y romanos. El nombre del río proviene de su color rojizo, que pasa a ocre en las orillas, unas tonalidades surgidas del alto contenido en sales ferruginosas y sulfato férrico. Imprescindible la visita a la Peña del Hierro, con su lago multicolor, y también recomendable es el Museo Minero y el resto de equipamientos vinculados a esta oferta turístico cultural: el ferrocarril, la casa victoriana...

El delta del Ebro y MónNatura (Tarragona)

Desde mediados de marzo, el Delta del Ebro, la mayor zona húmeda de Cataluña, cuenta con dos nuevos atractivos en el llamado MónNatura. La Tancada y la Alfacada, dos lagunas de gran valor ecológico situadas en la costa sur del delta, entre Poblenou y la Isla de Buda, han mejorado sus hábitats y ganado 62 hectáreas de superficie tras haberse sometido en los últimos ocho años a un programa de restauración ambiental. Es un hábitat muy frecuentado durante todo el año por aves acuáticas como flamencos, gaviotas, charranes, correlimos y garzas. También destaca por la presencia de fartet, un pequeño y amenazado pez endémico de la costa mediterránea. La liberación de galápagos euroepeos y un observatorio son otros alicientes para una visita que se puede completar con otras bellezas del parque natural.

Ordesa y Monte Perdido (Huesca)

Habitual cita de excursionistas, más o menos avezados, el parque nacional de Ordesa y Monte Perdido, en el Pirineo aragonés, regala paisajes de una belleza abrumadora. No en vano, es patrimonio mundial de la Unesco. La silueta del Monte Perdido, el macizo calcáreo más alto de Europa con 3.348 metros, la joya para los más experimentados, domina un panorama con ríos, cascadas, barrancos, valles, lagos, bosques... Hay rutas para todos los niveles (entre ellas, la que accede a la famosa Cola de Caballo), así que échense a andar y admiren los rincones de esta maravilla de la naturaleza.

Monfragüe (Cáceres)

Enclavado en la provincia de Cáceres, el parque nacional de Monfragüe no es solo un paraíso para los ornitólogos. Supone la mayor y mejor conservada extensión de monte mediterráneo del mundo, y entre las sierras bravas de los valles del Tajo y el Tiétar hay un sinfín de roquedos, encinares, bosque y matorral, además de embalses y arroyos, que hacen posible la existencia de una variada fauna y flora. Desde el Salto del Gitano se observan las cigüeñas negras, buitres, búho real, alimoches y águilas imperiales, entre otras muchas aves que anidan en los árboles y acantilados. Diseñado para acceder con coche, hay aparcamientos habilitados en distintos puntos, con observatorios señalizados. Se recomienda pasar primero por el centro de interpretación y elegir alguna ruta a pie (hay pinturas rupestres, entre otros atractivos). Visita obligada es contemplar las vistas panorámicas desde lo alto de la torre del castillo de Monfragüe, en Torrejón el Rubio, donde la princesa árabe Noeima fue condenada a vagar eternamente por enamorarse de un apuesto cristiano.

Cañón del río Lobo (Soria y Burgos)

Una belleza al alcance de los senderistas más torpes. Completamente llano, no hay excusa para no recorrer este espectacular cañón de 25 kilómetros, ubicado a otros 17 del Burgo de Osma. A los paisajes esculpidos a lo largo del tiempo por las aguas del río Lobos, se unen otros atractivos como la esotérica ermita templaria de San Bartolomé y la importante colonia de buitres leonados que lo sobrevuelan. También se dejan ver el águila (real, pescadora, culebrera), el halcón peregrino, el milano o especies propias de ríos y arroyos como el ánade real y martín pescador. Entre los bichos más grandes figuran el jabalí, el corzo, la liebre, el zorro o la comadreja, y hay también un buen muestrario de anfibios y reptiles.

Las Médulas (León)

Los espabilados romanos encontraron oro en este rincón del Bierzo, junto al valle del río Sil (León), y dibujaron con sus explotaciones auríferas un paisaje de película reconocido como patrimonio mundial por la Unesco. Impacta la estampa rojiza de picudos promontorios entre el verde de castaños, encinas y robles, hábitat del jabalí, el corzo o el gato montés. Fue la mayor mina de oro a cielo abierto de todo el Imperio romano y hoy la visita se completa con una infraestructura museística donde enseñan el curioso y complicado sistema de explotación que el geógrafo y naturalista Plinio el Viejo llamara “ruina montium”. ¡Qué listos eran aquellos romanos!

Lagunas de Ruidera (Albacete y Ciudad Real)

Una cascada de lagunas fluviales (16) conforman este precioso parque natural de Castilla-La Mancha que constituye, junto con el Plividje de Croacia, la mejor representación de lagos formados por la acumulación de carbonato cálcico (toba) en sus aguas. Las presas naturales creadas por esta toba han dado lugar a los hermosos saltos entre remanso y remanso formando un oasis escalonado de gran belleza en medio del campo de Montiel. Aprovechen para hacer una ruta a pie o en piragua y visitar (previa cita) la cueva de Montesinos, donde Don Quijote se echó una larga siesta, o los castillos de Peñarroya y Rochafrida.

Fuente Dé (Picos de Europa, Cantabria)

Vistas de vértigo sin esfuerzo alguno. En el corazón del parque nacional de los Picos de Europa el teleférico de Fuente Dé te lleva en menos de cuatro minutos a 1.800 metros. El baño de naturaleza en las alturas se puede completar con un café o almuerzo en el mirador de Áliva o una estancia en el parador. Eso sí, mejor madrugar para que la niebla no empañe el panorama. Los montañeros pueden explorar la imponente verticalidad del paisaje en rutas como la ascensión al Alto de la Triguera, un circuito alrededor de la peña Remoña o el canal de la Jenduda, entre otros recorridos por los impresionantes macizos calizos de los Picos de Europa.

Somiedo (Asturias)

Para los que gustan de las emociones fuertes en entornos privilegiados. El parque natural de Somiedo (Asturias) esconde inquilinos de susto: osos pardo y lobos. También conviven otros más simpáticos, como los ciervos o los urogallos, en un precioso paisaje de altas cumbres, lagos y bosques, Tapizado de pastos rotacionales o brañas, donde se han edificado las cabañas de teito, el parque alberga cientos de especies vegetales en un territorio surcado por los ríos Somiedo, el Pigüeña, el Valle y el Saliencia. La actividad económica principal de Somiedo sigue siendo la ganadería.

Playa de las Catedrales (Lugo)

Las masas pueden estropear el mejor paisaje del mundo, así que, baño aparte, conviene apreciar la belleza de las playas fuera de los periodos estivales. Una de las preferidas es la de las Catedrales, en el municipio gallego de Ribadeo. El nombre obedece a las monumentales formaciones de arcos, grutas, pasillos y acantilados causadas por la erosión del viento y el agua. Hay que vigilar las mareas. Durante la marea baja puede accederse a un largo arenal delimitado por una pared rocosa de pizarra y esquisto erosionada en formas caprichosas. Con la marea alta se puede recorrer la parte superior de los acantilados en dirección oeste-este hacia la playa de Esteiro.