Difícil tuvo que ser la decisión de la hermandad de la Paloma de Capuchinos de quedarse ayer en el templo. Segurísimo que, pronósticos meteorológicos aparte, tuvo que pesar también la responsabilidad de poner en la calle a merced de un traicionero chubasco a más de 600 nazarenos, uno de los mayores cuerpos de esclavinas de la Semana Santa y un patrimonio inmenso. Y encima, antes de un año donde la cofradía tiene toda la responsabilidad del mundo ante los hermanos y la propia ciudad de Córdoba con la coronación canónica de la Virgen de la Paz. ¡Como para arriesgarse a sufrir un desastre este año! Por supuesto, estas razones no quitaron pesar a los hermanos, ni evitaron que lloviera en Capuchinos, en este caso lágrimas, cuando la banda de cornetas de La Salud y la de Nuestra Señora de la Soledad le dedicaron marchas a los titulares. El canto de la escolanía de La Paz puso un nudo en la garganta. Consolémonos, que, el próximo año, el de la coronación, será glorioso. Ahora, tengamos el cielo en Paz.