Con una extraña sensación la ciudad recibe hoy al Jueves Santo, uno de los días grandes de la Semana Santa. Como el resto de días, se vivirá en el interior de las casas siguiendo la celebración de los Oficios y el recuerdo de las cofradías al otro lado de la pantalla.

La blanca luna de Nisán alumbrará hoy a una ciudad desierta, una ciudad que en situación normal estaría tomada por miles de cordobeses que se echarían a la calle para arropar a las cofradías de la jornada.

Cofradías que a lo largo de estas últimas semanas se han estado preparando para vivir la que quizás sea la estación de penitencia más dura, quedarse en casa.

Y para las hermandades del Jueves Santo el palo ha sido doble, puesto que el año pasado tampoco pudieron salir, esta vez a causa de la lluvia que impidió que las seis cofradías de la jornada se reencontraran con su entorno. Así, entre unas cosas y otras, ya van dos años sin echarse a la calle.

Por tanto, este año, otra vez la hermandad de Jesús Nazareno se quedará en su templo. El Señor permanecerá vigilante en su capilla, velando a los ancianos que en la residencia hospital que lleva su nombre lo necesitan más que nunca.

La popular calle de la Feria se quedará desierta sin la soberana presencia del Cristo de la Caridad. El crucificado de San Francisco no cruzará este año ni el arco de su templo ni el compás, permaneciendo en la intimidad de su capilla junto a la Dolorosa que lo acompaña.

Tampoco Santa Marina desplegará su capote torero para que pase Jesús Caído, los balcones quedarán vacíos y el azahar de la calle se irá marchitando de la pena al saber que un año más no podrá ver a Jesús, ni la delicada mirada de su Madre, la Virgen del Mayor Dolor.

En Poniente, todo estaba preparado para el estreno del palio de la Virgen de la Esperanza del Valle, titular de la hermandad de la Sagrada Cena. El pasado año fue la lluvia la que frustró el estreno y este, el dichoso coronavirus, el caso es que la dolorosa de la Cena aún no ha podido pasear su belleza por la carrera oficial.

Un recorrido oficial que esta tarde se quedará otro año esperando al Monumento al dolor, la Virgen de las Angustias. El magistral conjunto escultórico de Juan de Mesa quedará en la soledad de su capilla sin escuchar los acordes del maestro Enrique Báez y su ya inmortal marcha Virgen de las Angustias. Los patios, rejas y balcones del barrio de San Agustín quedarán esperando a que Ella, la Madre de las Angustias, vuelva el próximo año.

Como volverá el Cristo de Gracia, el divino Esparraguero, que esta noche dejará en silencio la plaza que su lleva su nombre. Ni las saetas ni las potentes marchas de su agrupación musical se escucharán en esta tarde de Jueves Santo.

Y la tarde dejará paso a la noche y la noche, a la madrugada, y será el momento donde el pensamiento vuele al entorno de la Catedral, donde el Cristo de la Buena Muerte tendría que estar en esta noche santa. Al igual que el palio que cobija a la Reina de los Mártires.

Una tarde que será dura, sobre todo para los cofrades de estas hermandades, a los que las circunstancias les obligan a quedarse otro año en casa.