Pocas veces, como ayer la hermandad del Calvario, una cofradía puede verse tan llevada al límite en las decisiones que debe de tomar sus responsables sobre una estación de penitencia. Primero, a la hora de decidir si salir o no, con unos pronósticos cambiantes casi por minutos. Segundo, cuando se encontraron con un farol que obstaculizó el caminar del palio y obligó a detener el cortejo. Y tercero, a la hora de reconsiderar las previsiones meteorológicas y el retraso sufrido para decidir volver al templo sin llegar a pasar por la carrera oficial. Pues todo ese martirio tuvo que pasar la hermandad de San Lorenzo y que solventó con toda compostura, sin perder su estilo ni siquiera cuando, en la calle San Fernando, dio la espalda a la Cruz del Rastro y tomó el camino de regreso a San Lorenzo. Ni compostura ni belleza, como se mostraba el paso de Nuestro Padre Jesús del Calvario, exornado con jacintos y rosas de tonos lilas, ni el palio, con piñas cónicas de clavel blanco para la ocasión. Y, por supuesto, no desmereció en esta accidentada estación de penitencia el pundonor de las hermanas de mantilla incorporadas por primera vez al cortejo.