Otra decisión salomónica de la jornada: salimos pero acortamos el recorrido.

Y es que pocas hermandades como El Descendimiento saben hacer las cosas a golpe de corazón, de latidos llegados desde el otro lado del Guadalquivir. Así de emotivas fueron la primeras chicotás dedicadas a los hermanos y costaleros que este año no están junto o debajo del paso, sino con el Cristo del Descendimiento. O la oración que se dedicó a estos hermanos en La Catedral, o las primeras saetas de la jornada que se oyeron, o ese soportar el viento en el Puente Romano, casi bíblico evocando la tempestad tras la muerte de Cristo, que dicho así suena muy literario y poético... pero que no dejó de ser otro revés, y no pequeño, para los hermanos en una fría estación (nunca mejor dicho) de penitencia. Clavel rojo para el misterio y blanco para el palio, en una procesión donde antes de partir no hubo tiempo de tomar sus tradicionales pestiños. No vamos a exagerar buscando más comparaciones bíblicas recordando al Pueblo Elegido antes de salir de Egipto. Pero así de decididos y ansiosos estaban los corazones del Descendimiento.