Pues sí: la hermandad de la Sagrada Cena es joven, jovencísima. Pero no son unos pipiolos con sus 1.100 hermanos, un patrimonio artístico, humano, espiritual y musical considerable y bien curtida en adversidades. Como ayer recordó el párroco de (San) Beato Álvaro de Córdoba, el canónigo Tomás Pajuelo, tras tomarse la dolorosa decisión de suspender la estación de penitencia. El sacerdote llamó a mantener la compostura y el espíritu alto y se remontó a aquella vez en la que el propio misterio de La Cena quedó sin procesionar, por la lluvia, en su primera cita. «Así lo quiso su Hijo y, ahora, su Madre igual. Su primera salida, para nosotros», sentenció Tomás Pajuelo. Dicho eso, dicho todo. Aunque quizá no, porque también fue más que significativo el aplauso con el que la hermandad había respaldado unos segundos antes el anuncio de su cabildo de aguas de suspender la procesión, un signo de comprensión del momento que acababan de vivir los responsables de la cofradía, más aún el año en donde la salida de María Santísima de la Esperanza del Valle no solo era una simple novedad: era el estreno histórico la de la Semana Santa 2019.