La Entrada Triunfal, inundando de aclamaciones a la multitud, eco de la primera procesión de la primera Semana Santa de la historia por las calles de Jerusalén, encendía el hermoso cirio de la emoción de la fe por las calles de Córdoba, en la silueta de los niños hebreos. Luego, la noche se hizo Cruz en los Cristos de las Penas y del Amor; Oración en el Huerto; humildad serena en el Señor Rescatado; mirada de ternura infinita en la Virgen de la Esperanza. Y gente expectante, anhelante, buscando quizás esa emoción de la fe que brilla en las Estaciones de Penitencia, de la mano de nuestras hermandades y cofradías. Acaso porque no tenemos un lugar donde colocar nuestra alma impaciente, buscadora, desasosegada.