Los largos capirotes negros de los hermanos del Vía Crucis del Santísimo Cristo de la Salud no solo fueron ayer más que en ninguna de las últimas semanas santas, también los componentes de la hermandad se han disparado así como el cariño que han despertado en los barrios del centro de la ciudad por los que procesiona. No es algo fortuito. La labor que están haciendo de investigación, divulgación e implicación por parte del vecindario en proyectos como la recuperación de los antiguos altares al paso de la hermandad, ha calado. Hasta su ritual de sortear cada año los hermanos que portarán al Santísimo Cristo de la Salud se ha convertido en un hito entrañable cofrade de la Cuaresma, sin hablar de su tremenda actividad cultural y la obra social de la hermandad. Con estos mimbres, y con el sacerdote José Juan Jiménez Güeto rezando y mostrando de nuevo su cariño hacia las cofradías. Los cuatro tambores roncos, que anuncian luctuosamente el cortejo, pusieron ayer el contrapunto a ese Lunes Santo de contrastes.