Javier Sánchez, costalero de Los Dolores desde hace 39 años, ponía esa nota de sensatez, cariño y señorío (tres virtudes de las que hace gala la hermandad desde hace siglos) explicando ayer a los medios, convertido en un improvisado portavoz, cómo los hermanos se habían organizado tras la suspensión de la estación de penitencia para, sin atributos, rendir homenaje a sus titulares antes de abrir los pasos a la devoción de la ciudad. Lo que no es poca cosa y da mucha cuenta de la capacidad de organización de Los Dolores, con sus casi 2.500 hermanos, 525 de ellos nazarenos preparados para salir.

El caso es que las previsiones del tiempo no eran nada optimistas y a las 19.18 horas la Agrupación de Cofradías confirmaba oficialmente la suspensión de la estación de penitencia de la Señora de Córdoba y el Cristo de la Clemencia. No tuvo que ser agradable. Más aún en un año donde la hermandad va a vivir intensamente el programa de actos con motivo del 300 aniversario de la hechura de la imagen por Juan Prieto. Habrá un traslado a la Catedral junto a San Rafael (el 30 de junio), conferencias, rosario vespertino, concierto extraordinario…

Se trata de un año especial en el que la hermandad de La Señora de Córdoba estrenaba para esta Semana Santa la restauración de los respiraderos del paso de palio, llevados a cabo por Creaciones Soriano SL, así como una novedad de carácter humano y organizativo: un cuerpo de mantillas tras el paso del Cristo de la Clemencia, un novedad que, como todo lo que se hace en esta hermandad señera del espíritu cordobés que no da puntadas sin hilo, se ha impulsado de una forma muy pensada. Un ejemplo: sus hermanas han tenido que acudir asistir a unos encuentros, unas pequeñas sesiones, para formarse sobre el sentido que tendría su estación de penitencia como mantillas de la hermandad.