El Jueves Santo transcurrió con normalidad pese a los miles de cordobeses que se echaron a la calle para acompañar a las cofradías en una tarde donde las temperaturas, como en días anteriores, superaron los treinta grados al sol.

Fue fácil llegar a la Catedral o a Santa Marina, ya que la mayoría del público estaba concentrado en las inmediaciones de la calle de la Feria para ver al Cristo de la Caridad, acompañado por las cornetas del Tercio Gran Capitán, Primero de la Legión.

La presencia de la Legión en Córdoba volvió a provocar importantes aglomeraciones en puntos como la Cruz del Rastro, Ronda de Isasa o la propia calle de la Feria, con un público enfervorecido para contemplar de cerca los malabares de estos populares militares.

Un público muy distinto al que se pudo ver en los alrededores de Santa Marina para presenciar la clásica estampa del Jueves Santo protagonizada por la cofradía de Jesús Caído. Avanzaba la cofradía por Santa Marina a buen ritmo buscando la Catedral, la corporación del Jueves Santo no era ajena al templo catedralicio, puesto que ya estuvo allí para conmemorar su aniversario fundacional, si bien era la primera vez que hacía estación de penitencia en el interior de la Catedral. Fue una estampa para el recuerdo Jesús Caído cruzando las naves califales ante la solemnidad que otorga el interior de la Catedral.

Una solemnidad que también pudo vivir la hermandad de Jesús Nazareno. La cofradía avanzó a pleno luz del sol por el barrio de San Agustín buscando la Catedral donde se reencontró con el mejor ambiente para esta cofradía. Sublime la entrada de la Virgen Nazarena en el interior del primer templo cordobés, con muchos recuerdos de una Madrugada que se perdió en el tiempo.

Y precisamente el tiempo fue lo que no perdió la hermandad de la Sagrada Cena que cruzó a un buen ritmo el barrio de Poniente. La hermandad caminó con la ilusión de hacer estación de penitencia en el interior de la Catedral, para ello ha tenido que reformar la mesa del paso del Señor de la Fe, cuyas medidas impedían el acceso al interior del templo mayor. La hermandad de la Cena es un buen ejemplo de que querer es poder.

Aún luciendo el sol, la cruz de guía de la hermandad de las Angustias se puso en la calle, la obra cumbre de Juan de Mesa esperaba en el interior de San Agustín. Poco después las cornetas de la banda de la Coronación de Espinas interpretaban la Marcha Real y la Señora de San Agustín se reencontraba con su barrio, poco antes de llegar a la Catedral, un momento que se produjo alrededor de las 11 de la noche.

Mucha expectación había en la hermandad del Cristo de Gracia, la cofradía fue la última de la jornada (sitio cedido por la hermandad de las Angustias), ya que las dimensiones del paso del Cristo de Gracia impide la entrada por la Puerta de las Palmas, hecho que propició, al igual que el día anterior con la hermandad de las Palmeras, que el Cristo de Gracia entrara y saliera por la Segunda Puerta, siendo la primera vez que el Crucificado mexicano entraba en el interior del primer templo de la diócesis. Se veía la satisfacción en los hermanos del Cristo de Gracia que vieron culminado este deseo que sin duda será inolvidable y ojalá que no sea la última vez que se vea.

Un preámbulo de la «Madrugada» se vivió con las cofradías de la tarde, ya que varias de ellas volvieron a sus templos bien entrada la noche, jornada central de la Semana Santa que en Córdoba se cita en San Hipólito en torno a la hermandad de la Buena Muerte.

La cofradía jesuita salió una vez más a hacer estación de penitencia en la Catedral. Muy sobrio el Cristo de la Buena Muerte y muy elegante la Reina de los Mártires, que caminó son la única música de las borlas en sus varales.

Una intensa jornada de Semana Santa donde también hubo lugar para los estrenos. Así entre los más destacados se encontraron la restauración de las imágenes del Señor de la Caridad y de Nuestro Padre Jesús Caído, ambos intervenidos en Córdoba por los talleres Regespa, bajo la dirección de Enrique Ortega.

Por su parte, la Virgen de las Angustias lució un broche pectoral en forma de corazón, donado por un grupo de hermanos y devotos de la imagen. La pieza, realizada por el orfebre Jesús Amaro, se pudo ver anoche en el pecho de la sublime talla del insigne imaginero cordobés Juan de Mesa.

Se cerraba así una jornada que este año se esperaba con ganas, ya que será crucial para el balance de la nueva carrera oficial, al ser uno de los días de la Semana Santa, junto al Domingo de Ramos, que más gente congrega en las calles. Se trató pues de un día fundamental para valorar los puntos de seguridad y organización de este proyecto que va salvando escollos propios de algo nuevo e incluso venciendo reticencias iniciales.