La Semana Santa comienza su singladura bajo el techo voluble de las palmeras, mientras escuchamos la narración de la Entrada Triunfal de Jesús en Jerusalén. Tal vez le esperamos como un conquistador de batallas y no como rey pacífico, como un Dios que viene siempre a nuestras vidas de un modo sencillo, apacible, en son de paz. Concha Lagos, mujer poeta que brilló siempre como luchadora incansable, dibujaba en cada línea un horizonte de luz: «Nunca estamos vencidos. / Hay siempre una esperanza, / mojándonos la frente». La religiosidad popular --imágenes con su imán devocional, costaleros sacrificados

y nazarenos anónimos-, representa en nuestros días esa esperanza que moja la frente y el corazón.