Adónde vamos a llegar!», decía una señora en estos días cuando intentaba callar a una pandilla de jóvenes mientras contemplaba el paso de una procesión. Y razón no le faltaba. Está bien que el público salga a la calle a ver cofradías, que los jóvenes se interesen por la Semana Santa. Eso está bien. Pero deben saber que una cofradía no es un espectáculo. Las cofradías no salen a la calle para que el público las trate como una forma más de entretenerse. O al menos esa es la sensación que te da al contemplar tantas y tantas muestras de gente que no sabe si va a ver una cofradía o un partido de fútbol.

En los últimos años ha proliferado el vocerío en la calle al paso de las hermandades, da igual que esté pasando una cofradía de silencio. Cada vez va más en aumento el uso de los impertinentes móviles delante de un paso, bien para un vídeo, una foto o para romper el momento con un estridente politono ante la solemnidad del paso de cualquiera de nuestras cofradía por un lugar recogido. Mención aparte merece el ataque que en ocasiones reciben los nazarenos que no pueden avanzar por algunas calles, todo ello sin dejar atrás la basura en las calles, que venimos denunciando estos días. Da pena ver cómo quedan las calles al paso de una cofradía.

Así, en este final de la Semana Santa solo nos queda decir como aquella buena señora: «¡A dónde vamos a llegar!».