El médico de familia Antonio López Polonio, de 59 años, recibió en abril del 2016 la inesperada noticia de que padecía leucemia aguda. Por su trabajo Antonio, que es natural de Montilla, sabía muy bien a lo que se enfrentaba, ya que ha estado vinculado laboralmente en la última década al Centro de Transfusión Sanguínea. Este facultativo ha participado en numerosas colectas en los pueblos y ha animado a los donantes de sangre que atendía a que también se hicieran donantes de médula, sin imaginar que algún día él necesitaría de la solidaridad de un donante. «El mundo se te viene entonces abajo y te planteas qué va ser de tu familia», recordó Antonio. El tratamiento que debía seguir este doctor en el hospital Reina Sofía consistía en someterse a tres ciclos de quimioterapia, previos al trasplante de médula que debía recibir.

«La Red de Donantes de Médula (Redmo) encontró en el extranjero a dos donantes compatibles conmigo. Pero se necesitaba al menos un mes o mes y medio para completar en Córdoba las pruebas que certificasen mi compatibilidad con esos dos donantes y el tiempo apremiaba, pues debía someterme ya al tercer ciclo de quimioterapia y esperar ese mes hubiera hecho necesario que me diesen un cuarto ciclo de quimio que mi cuerpo no iba a lo mejor a tolerar. Entre mis familiares aparecían como compatibles un hermano mío pero mucho más mi hijo mayor, Antonio, que por eso fue mi donante, aunque solo era 50% compatible que es lo que se conoce por haploidéntico», apuntó Antonio López.

El trasplante se llevó a cabo el 26 de julio del pasado año. «Mi hijo Antonio es militar, se cuida mucho por su profesión y era un buen candidato. Le pusieron previamente un tratamiento para estimular la producción de células madre y le sacaron 10 millones de estas células en el Centro de Transfusión mediante un pinchazo en el brazo como si estuviera donando sangre. A mí me introdujeron en mi organismo igualmente por vía periférica, mediante una inyección en el brazo, cinco millones de esas células, otros cuatro millones se congelaron por si se necesitaran en el futuro, y el millón restante mi hijo lo donó al Imibic para investigación. Aunque cuando me las pusieron estaba muy mal, todo fue muy sencillo», explicó este trasplantado.

Aislamiento

«Entre los tratamientos de quimioterapia y el trasplante he pasado cuatro meses dentro de la cámara de aislamiento. Se necesita mucha fuerza de voluntad en esos momentos. Poco a poco, después de recibir las células madre y unas 60 unidades de sangre, más otras 50 de plaquetas fui recuperándome. En esos momentos tomas conciencia de la cantidad de donaciones de sangre que se necesitan en operaciones como la mía, ya que cada bolsa equivale a la donación de una persona y yo necesité sangre todos los días. Además, para prevenir infecciones y evitar el rechazo al trasplante he estado tomando hasta 20 medicamentos diarios», recalcó este montillano. «Quiero hacer un llamamiento a los gobiernos para que inviertan en investigación para curar enfermedades graves como la leucemia. También animo a los cordobeses, sobre todo a los jóvenes, para que se hagan donantes de sangre y ayuden de este modo a pacientes con patologías hematológicas, cánceres, a trasplantados y a víctimas de accidentes. Que se animen a su vez a ser donantes de médula y de órganos, porque donar es dar vida. Cuando vi a mi hijo antes del trasplante le dije: «Yo te he dado la vida y tú ahora me la has devuelto». Fue un momento muy emotivo y duro a la vez», añadió.