La doctora María José Requena fue la primera mujer en España en convertirse en jefa de la unidad de Urología de un hospital. Esta sevillana, nacida en San José de la Rinconada, llegó a Córdoba en 1982 para incorporarse al Hospital Reina Sofía y aquí ha desarrollado toda su trayectoria profesional y buena parte de la vital. Ahora le ha llegado el momento de jubilarse. Deja tras de sí el reconocimiento de sus compañeros de profesión y de sus pacientes y el aplauso de profesionales de todo el mundo, porque hasta en dos ocasiones su nombre ha formado parte del exclusivo listado que elabora Forbes con los mejores médicos del planeta. Hasta finales de este mes seguirá siendo presidenta de la Asociación Andaluza de Urología, un hito con el que logró romper la tradición de colocar a un hombre al frente a una sociedad científica. Investigadora reconocida, desde 2017 es académica de la Real Academia de Medicina de Sevilla.

-Bueno, pues ha llegado el momento. ¿Cómo lleva lo de jubilarse?

-Ahora mismo estoy de vacaciones. Cumplo los años el 23 noviembre y a partir de ahí estaré jubilada, pero está claro que ya no voy a volver. De momento no me doy cuenta, supongo que habrá que esperar que pase más tiempo. Mentalmente me preparé para que sucediera a los 65. De hecho cuando hemos incorporado nuevas tecnologías, como ha sido el robot Da Vinci, hace dos o tres años, no quise ser de las personas que se formaran en esto y lo manejaran porque pensé que cuando tuviera destreza y seguridad en el procedimiento me iba a ir.

-Ha estado hasta el último minuto.

-Ha sido una etapa de 38 años en ese hospital, con más de 25 años de jefa de servicio, con mucha actividad, con muchos proyectos científicos, docentes, de investigación, y puede parecer que es mucho para dejar y que no vas a saber cómo vas a llenar el tiempo, por eso te tienes que preparar mentalmente y pensar que viene otra gente que también tiene su espacio y que tú has hecho la parte que te correspondía. Creo que he estado siempre casi al 100%. Desde que fui jefa de unidad no ha pasado ni un día de mi vida en que haya apagado el teléfono y he hecho guardias de trasplantes hasta hace un mes. Y es que quería irme del hospital con una imagen en positivo, no como una persona caduca o venida a menos, sino con la imagen que yo he tenido de actividad, de malas pulgas, si cabe, de enfadarme muchas veces por las cosas que importan, de revelarme ante lo que no me gustaba, de protestar. Quería estar hasta el último día en pie de guerra con todas mis facultades y toda mi fuerza.

-¿Tuvo siempre claro que quería ser médico?

Desde que tenía 12 años quería ser cirujana. Dentro de las especialidades quirúrgicas, urología era una que estaba bien y que me gustaba. Cuando era estudiante estaba interna en cirugía con un urólogo que era una persona amable que hacía las cosas bien y te explicaba, con lo cual eso ya te gustaba. También en San Juan de Dios iba a operar con un cirujano general y un urólogo que muchas veces me pedía ayuda porque su ayudante ese día no había ido.

-Y se convirtió en la primera mujer uróloga de Andalucía.

Llegué de residente en febrero del año 82 en una especialidad predominantemente masculina, pero yo no sabía que eso era así. En España había algunas otras, pocas, y al principio la gente me miraba como un bicho raro y yo era la única que no lo sabía y no me di cuenta hasta que pasaron los años. Fui la primera mujer residente en Andalucía y también la primera mujer jefe de un servicio de Urología en España junto con otra chica que estuvo en Ciudad Real y que después se fue fuera de España y ahora está trabajando en Holanda. Después vinieron muchas mujeres, afortunadamente, y ahora mismo la urología es una especialidad que no sabe diferenciar. Ese es un terreno que ya ha ganado la mujer.

-Ha formado parte en dos ocasiones de la lista Forbes de los médicos con mayor prestigio del mundo. ¿Qué se siente?

-Para empezar me sorprendió mucho porque no sé de dónde había salido eso ni cómo. Evidentemente te gusta, porque todo el mundo tenemos nuestro ego y que te reconozcan tu trabajo no está mal, pero había muchísimos de mis compañeros que podrían estar en esa lista porque el nivel de urología que tienen Andalucía y este país es buenísimo. Pero tampoco ha cambiado para nada mi visión de mí misma ni de mis situaciones. Lo único que he hecho ha sido enviárselo a mi familia, que es la que disfruta con todas estas cosas, y poco más.

-Entiendo que ese reconocimiento le habrá abierto puertas pero usted ha optado siempre por la sanidad pública. ¿Por qué?

-Cuando era pequeña y vivía con mi abuela ella tuvo un prolapso. En aquella época no había Seguridad Social y si no tenías dinero para pagar a un médico privado tu alcalde te hacía un padrón de pobre, es decir, tenías que reconocer públicamente que eras pobre para poder ir a un hospital. Siempre lo tuve grabado en la cabeza. A partir de eso te paras a pensar lo que ha ido y ha significado un sistema público universal como tenemos ahora mismo, que es algo que no tiene precio ni precedentes y que no lo da ningún país de nuestro entorno. Probablemente todo eso ha hecho que yo sea de la pública por puro convencimiento. Eso no quiere decir que no entienda que debe haber buenos profesionales de la medicina privada. En otra época yo había sido en este sentido muy talibana, pero por ejemplo cuando abrieron Quirón entendí que era bueno que existiera, era bueno que las personas que tienen compañía privada o que se la pueden pagar le dejen el sitio en la pública a otro y que también era bueno que profesionales que se han ido a trabajar allí, fueran buenos y fueran excelentes.

-Teniendo lugares para elegir, ¿por qué se decidió por Córdoba?

-Para mí ha sido siempre una ciudad que estaba cerca de mi pueblo, San José de la Rinconada, y la primera ciudad a la que fui sola con un grupo de amigos. La conocía, estaba cerca de mi casa, estaba bien comunicada y tenía una bisabuela que había vivido en Villarrubia y en el imaginario que tiene una de pequeña siempre estaba Córdoba. No conocía a nadie en esta ciudad, es más, cuando llegué creía que el Reina Sofía era la antigua Noreña, ese edificio viejo que se veía cuando se pasaba en el tren. Llegué totalmente desinformada. Hoy existe Internet y los residentes tienen una capacidad que antes no había. También en Córdoba fue mi primera experiencia de vivir sola.

-¿Satisfecha con esa decisión?

-Me he hecho mayor en el hospital Reina Sofía y en Córdoba. Córdoba me ha dado todo lo que tengo y soy. Córdoba me hizo crecer y me hizo persona en ese hospital y a partir de ahí fui desarrollando todas aquellas cosas que seguramente pretendía. A medida que he ido haciendo mi profesión, cuando esa idea romántica que yo tenía se ha hecho real y la he vivido y desarrollado, me ha gustado muchísimo más y la especialidad me ha gustado cada vez más a medida que he ido profundizando y practicándola. Y lo que significa y es ser médico.

-¿Qué significa para usted?

-He tenido la suerte de desarrollar una profesión con esa implicación social, con esa forma de devolver a la sociedad lo que te ha dado y a mi modo de ver no existe una profesión como ésta. Lo mismo me ha ocurrido con la jefatura de servicio porque los primeros años fueron muy duros, pero los últimos han sido con un equipo consolidado, con una gente potente, casi todos bilingües, estudiosos, con una formación médica y humana fuera de lo normal. Mis últimos años han sido de estar mirando y disfrutando, de ver como cada uno va haciendo acciones diferentes dentro de un grupo cohesionado.

-¿Qué retos tiene ahora por delante su unidad?

-Ahora mismo tiene que haber un momento de cambio porque hay que hacer una reconversión de toda la cirugía a la robótica. Muchos de los procedimientos que ahora mismo se están haciendo por laparoscopia o por cirugía abierta pasarán a ser de cirugía robótica y eso es un nuevo proyecto de servicio que yo creo que está muy bien para quien llegue y para que tenga algo en las manos para comenzar otra etapa. También es un reto consolidar un grupo de investigación, porque hasta ahora hemos sido investigadores emergentes. Y una cosa importante para el futuro es que los hospitales apuesten por el trabajo multidisciplinar. En urología, donde gran parte de lo que tratamos es oncología, el futuro será hacer una unidad conjunta urooncológica para lograr unas unidades potentes, porque ahí está el éxito de los resultados en los pacientes con cáncer. Creo que por ahí van los tiros, también en terapia focal para el cáncer de próstata. Con eso tienen para unos cuantos años.

-Dice que hasta ahora en su unidad han sido investigadores emergentes y que es necesario consolidar ese grupo. Explíquese.

-Cuando llegué a Córdoba el servicio era pequeño y en los servicios quirúrgicos la investigación siempre ha estado muy lastrada porque tienen mucho tiempo de trabajo manual y poco para hacer otras cosas. La investigación siempre está más abandonada que en otras especialidades médicas en las que no existe la servidumbre de quirófano. El tiempo de hospital está muy vinculado a lo que tiene que hacer el grupo y tradicionalmente los servicios quirúrgicos han sido menos investigadores que los servicios médicos. Una de las cosas que me planteé al principio es que una vez que organizáramos la asistencia teníamos que dar un salto en la investigación, porque mi hospital en muchos servicios ha sido muy potente en investigación.

-Y apareció el Imibic.

-Aparece el Imibic con la opción de trabajar con Rabanales y teniendo nosotros algo tan prevalente cómo es el cáncer de próstata y enfermedades oncológicas tan importantes, empezamos a trabajar en conjunto. Al hilo de esto también aparecieron tres proyectos Mineco, del Ministerio de Ciencia y Economía. Uno de ellos fue la detección del cáncer por dolor en el que estaba incluido el cáncer de próstata, otro la fabricación de un robot quirúrgico que para nosotros fue un gran impulso para desarrollar la investigación de la parcela urológica. Ahora tenemos muy buena simbiosis y trabajamos con ellos fundamentalmente en el cáncer de próstata. El hospital ayuda mucho y para nosotros la investigación ha sido clave en el posicionamiento y desarrollo que tiene ahora la unidad de Urología.

-¿Que ha aportado esa investigación a la urología?

-Tenemos un prototipo de robot, el Broca, que es propiedad de la Universidad de Córdoba. Ahora ese prototipo hay que desarrollarlo y se ha estado negociando con empresas para sacarlo adelante. Ha habido varios intentos y el acuerdo estaba prácticamente fraguado cuando vino el covid. Deduzco que ahora todo esto se va a parar mucho. En cuanto al cáncer de próstata hemos hecho varias patentes y empezamos a trabajar en biopsia de fusión, en lo que fuimos pioneros en Andalucía y probablemente en muchos sitios de España, porque llegó a Córdoba cuatro o cinco años antes que al resto de hospitales gracias a que el Imibic consiguió un ecógrafo para este tipo de biopsias que lo que hace es unir imagen de resonancia con imagen de ecografía para hacer una punción más dirigida y tener un diagnóstico más certero. Y ahora mismo se acaba de incorporar una resonancia Tres Tesla que mejora llamativamente la imagen del cáncer de próstata. Deduzco que Córdoba seguirá siendo puntera en el diagnóstico del cáncer de próstata.

-Ha tardado en salir en nuestra conversación el covid-19.

-Está claro que lo único que podemos hacer los profesionales sanitarios es prevenir e informar y exigir de una forma o de otra a la sociedad que se comporte. Tal vez deberíamos enseñar un poquito más, con imágenes, lo que está pasando porque últimamente la gente se ha relajado mucho. La situación no está como en la época gorda de la pandemia pero si seguimos así acabaremos igual. Estamos siendo demasiado blandos con algunas medidas y no estamos enseñando demasiado lo que ocurre cuando uno va a la UCI o la cantidad de gente que se está muriendo. Creo que ahí estamos fallando. Lo que nos está salvando es mascarilla, manos y metros. Esto tiene que pasar y espero que sea pronto. No sé si para la mitad del año que viene podríamos decir que tenemos esto ventilado, pero es muy difícil sin la participación de todos. Si la gente no lo hace por responsabilidad social, al menos que lo haga por miedo.