El 13 de enero se conocía la noticia de que Julen, un niño de dos años, caía a un pozo de gran profundidad, en una finca de la localidad malagueña de Totalán, cuando pasaba una jornada de campo con su familia. El pequeño se había precipitado por el hueco de una antigua prospección de agua, de entre 30 y 40 centímetros de diámetro, que dificultaba las tareas de rescate, dado que esas dimensiones impedían el acceso de ningún adulto. Tras doce días de agónico rescate el 25 de enero la Brigada de Mineros de Rescate, desplazada desde Asturias para esta misión, encontraba finalmente el cuerpo sin vida de Julen, que presentaba múltiples golpes como consecuencia de la caída. El complejo dispositivo de salvamento precisó de dos excavaciones principales, una vertical paralela al pozo en la que se emplearon cerca de 70 horas de trabajo, y una segunda, realizada a mano, en horizontal que fue la que llevó a los mineros hasta el cuerpo del pequeño tras más de 30 horas de trabajo. Para llevar a cabo este rescate fue necesaria una gran obra de ingeniería civil y humanitaria, coordinada en la zona por el ingeniero de Caminos y Canales Angel García. En el rescate de Julen participaron numerosos efectivos, entre otros, los bomberos del Consorcio Provincial de Málaga y los de la capital; la Guardia Civil; la Junta de Andalucía, a través del 112, del GREA o del SAS; psicólogos, empresas privadas e instituciones, asociaciones y colectivos, más de 30, así como todo el pueblo de Totalán, que contribuyó a alojar y alimentar a todo este amplio dispositivo.