La decidida apuesta del régimen de Kim Jong-un por lograr un arma atómica que alcance EEUU se ha topado en 2017 con la llegada al poder de Donald Trump, cuyo tono amenazante ha ayudado a generar en la península coreana el ambiente más tenso en décadas. Este año Pyongyang ha subrayado con creces el mensaje que ya envió en 2016, cuando realizó un número récord de ensayos nucleares (2) y de misiles (24).Puede que a simple vista los números de los últimos 12 meses resulten menos audaces (20 ensayos de misiles y un test atómico), pero no así sus resultados ni las intenciones del régimen.

Además, el tono incendiario con el que ha respondido a cada acción del régimen el presidente estadounidense, que ha amenazado con destruir el país y cuya Administración ha insinuado la posibilidad de invadirlo, puede haber servido para alimentar aún más su convicción. Las bravatas de Trump ante la ONU o en twitter decididamente han contribuido a intranquilizar a la región, que asiste a una escalada militar alimentada por cada test de armas norcoreano y cada ronda de maniobras de Washington, que ha apostado por replicar con un mayor despliegue de activos estratégicos.

Este año Pyongyang ha sobrepasado incluso los pronósticos de los analistas más aventurados merced a un frenético ritmo de ensayos armamentísticos que llegó a suponer un lanzamiento de misiles semanal entre abril y mayo. El régimen norcoreano cierra el año habiendo mostrado avances en la modificación y manufactura de lanzaderas móviles de misiles. Pero ante todo en 2017 Pyongyang ha marcado varios hitos, como el de probar con éxito su primer proyectil de medio alcance con combustible sólido (lo que permite un lanzamiento más rápido y difícil de detectar) o el de haber disparado su primer ICBM, el Hwasong-14, en un día tan señalado para Estados Unidos como es el 4 de julio.