La formación en Austria de un Gobierno entre democristianos y extremistas de derechas, el nombramiento como primer ministro checo de un magnate populista investigado por corrupción, y los constantes roces judiciales entre la UE y Hungría confirman el giro de Europa Central hacia posturas euroescépticas. El origen de este viraje hacia la derecha populista y crítica con la Unión Europea ha sido la crisis migratoria registrada entre 2015 y 2016. Entonces, cientos de miles de personas llegaron a Europa Central cruzando los Balcanes occidentales en su huida de las guerras y la miseria en Oriente Medio y Asia Central. Su llegada y los desafíos relacionados con su integración se han convertido en el principal tema para las fuerzas políticas conservadoras y populistas de la región.

Mientras que Austria acogió a unos 150.000 inmigrantes, otros países, como Hungría, la República Checa, Polonia y Eslovaquia se negaron al reparto comunitario de refugiados y a su acogida, alegando razones de soberanía nacional. Sin embargo, con el triunfo electoral en octubre del Partido Popular de Austria (ÖVP) con un discurso centrado en la inmigración y su pacto de Gobierno con el xenófobo partido FPÖ, estos cuatro países parecen contar ahora con un nuevo aliado a nivel europeo. Sebastian Kurz, el flamante canciller austríaco, no ha dudado en criticar el sistema de reparto de refugiados y en anunciar que abogará por «por cambiar esa equivocada política». La entrada del FPÖ en el Gobierno ha sido aplaudida con entusiasmo por líderes ultras de toda Europa.